Estas fueron resoluciones,
determinaciones, decisiones que tomó el afamado predicador y teólogo puritano
del siglo XVIII, Jonathan Edwards, quien en su afan de agradar a Dios tomó
sabias decisiones que de seguro afectaron su vida por completo. ¿Qué
decisiones tomó? ¿Aplican a mi vida? ¿Sería sabio tomarlas? ¿Cómo se propuso
cumplirlas? En estas resoluciones más que todo vemos el corazón de
Edwards, en qué estaba enfocado, hacia dónde dirigía sus esfuerzos y cuáles
eran sus anhelos.
Por ahora voy a reflexionar acerca de la Resolución N °
1, la cual transcribo parafraseada a continuación:
RESOLUCION I
"Me propongo, que voy a hacer todo lo
que piense que sea para la mayor gloria de Dios y para mi propio bien, ganancia
y placer, en todo mi tiempo; no teniendo en cuenta lo que me demore, sea ahora
o nunca, ni por millares de edades desde hoy. Me propongo hacer todo lo
que creo que es mi deber hacer, sobretodo para el bien y ganancia de las
personas en general. Así
que , sin importar las dificultades a las que me enfrente, su cantidad y
magnitud, me propongo hacer todo para la gloria de Dios y beneficio de mis
pares."
Primero puedo ver en Edwards la principal
aspiración de su vida: Glorificar a Dios, darlo a conocer, como dicen algunos
(aunque no comparta del todo la expresión), "hacer famoso a Dios" en
su generación. Darle gloria al Señor, en todo. Como su corazón se
enfocó hacia lo más hermoso y más maravilloso que un hombre pudiera aunque sea
un poco contemplar, la Gloria de Dios, él concentró sus esfuerzos en
buscar de esta maravillosa Gloria, y darle a Dios la Gloria en todo lo que hacía. Este deseo
sin lugar a dudas, viene de un corazón absolutamente transformado, no es un
corazón de piedra, es un corazón de carne. No era el orgullo su motor, ni
su propia fama ni su propia gloria, sino la Gloria de su Señor, el cual con toda
seguridad cautivó su corazón, hasta el punto que se propuso vivir completamente
para hacer siempre lo que glorificara al Padre.
En esto, se propuso hacer todo para la Gloria de Dios sin mirar el reloj, sin mirar
calendarios, sin mirar fechas. Tal vez resonó en su mente las inspiradas
palabras "He aquí ahora el tiempo aceptable" (2 Corintios 6:2). “No mañana, hoy es el tiempo de
glorificar a mi Padre”, podría haber sido tal vez el pensamiento constante en
la mente de Jonathan Edwards.
Al querer glorificar a su Padre, se resalta una visión:
Hacer el bien. No podía Edwards separar mucho el amar a Dios y
gloricarle sin que ello tuviera un efecto en su entorno, y el beneficiar a su
prójimo era para Él la manera más patente de darle Gloria al Señor del cielo y
la tierra.
¿Por qué no tomas
tú también esta decisión de glorificar a Dios con toda tu vida? ¿Acaso
piensas que Edwards tenía un par de ojos más, o un par más de piernas o brazos
que tú? Te aseguro que era tan común y débil como tú, pero aquí intervino
la ayuda del alguien que le permitió glorificar al Señor con toda su vida,
tanto que es conocido por eso hasta el día de hoy: ¡DIOS!
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