“Escribe al ángel de la
iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete
estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y
estás muerto.” Apocalipsis 3:1
Jesucristo le reprocha a la iglesia de Sardis que
aparenta ser una iglesia viva, pero en realidad estaba muerta. ¿Cómo se puede aparentar? Aparentamos cuando por ejemplo, hacemos algo
sólo fijándonos en la crítica de los hombres, en la impresión que vamos a
dejar. Es muy fácil granjearse una
imagen ante los hombres y parecer algo que no somos. Lo difícil es realmente ser, porque eso
implica una obra en el interior. Sólo
Dios puede cambiar el corazón de un hombre y transformarlo.
Las obras muertas son obras de
auto-justicia, y se le llaman obras “muertas” porque conducen a la muerte. Son peligrosas porque nos engañan, nos hacen pensar que
estamos en el camino correcto (Proverbios 14:12 y 16:25).
El que se cree justo, el que cree estar
sirviendo a Dios (hasta Saulo pensaba que persiguiendo a los cristianos servía
a Dios), se engaña a sí mismo si no tiene realmente a Cristo en su vida, si no
ha reconocido sus pecados y los ha llevado a la cruz de Cristo. El que se cree justo no conoce a Jesucristo,
el único justo. Dios es el justo y el
que justifica al que es de la fe de Jesús.
Recordemos la parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18:10-14). En esta parábola podemos ver con claridad qué
es una obra muerta, y cuán perverso es el que se jacta de sus obras, despojando
a Dios de toda gloria en él.
Es importante que como creyentes nos preocupemos
de nuestras obras. Debe haber obras en
nuestro caminar, pero si son muertas, es preferible que nos abstengamos, porque
para el Señor una obra muerta es como “trapo de inmundicia” (Isaías 64:6). Si no hemos
sido lavados en la sangre de Cristo, todos nuestros actos buenos son sin valor,
inútiles, vanos, y muertos.
La iglesia de Sardis tenía fama de ser una iglesia viva, activa, fructífera
y próspera, pero sus obras eran muertas.
Es probable que muchos de sus miembros trabajaban en la obra de Dios sin
siquiera haber nacido de nuevo. Tal vez
a sus predicadores nunca les había amanecido Cristo, quizás sus maestros no
eran más que filósofos llenos de humanismo.
La iglesia pentecostal en general, lleva un gran peso sobre sí en el
nombre, ya que proviene de Pentecostés, el día en que el Espíritu Santo cayó
sobre los discípulos y fueron llenos de Él.
Una iglesia viva es aquella que sirve a un Dios vivo.
La sangre de Cristo es lo que necesitamos para limpiarnos de obras
muertas (Hebreos 9:14). Una obra muerta es aquella que no ha sido
iniciada por Dios, y si no fue iniciada por Él no podemos esperar que Dios la
respalde en ningún momento. Es cualquier
cosa hecha en el momento equivocado, o con el motivo equivocado (cualquier otro
que no sea la Gloria
de Dios).
Preguntas para la reflexión personal.
1.- ¿Se siente confiado en sus capacidades para servir
a Dios?
2.- ¿Cuál es el motivo de su trabajo en la obra de
Dios?
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