¡Cuán poco de la Escritura hay en los sermones modernos comparados con los sermones de esos maestros de la teología, los puritanos! Casi cada frase que ellos dicen parece arrojar luces desde diferentes ángulos sobre el texto de la Escritura. No sólo sobre el texto acerca del cual estaban predicando, sino muchos otros versículos son contemplados bajo una nueva luz en el desarrollo del sermón. Ellos introducen luces entremezcladas procedentes de otros versículos que son paralelos o casi paralelos al texto predicado, y de esta manera educan a sus lectores para comparar lo espiritual con lo espiritual.
Yo le pido a Dios que nosotros los ministros nos acerquemos más al grandioso Libro antiguo. Seríamos predicadores capaces de instruir, si así lo hiciéramos, sin importar si somos ignorantes del "pensamiento moderno," o no estamos "al tanto de los tiempos." Les garantizo que estaríamos muchas leguas de distancia por delante de nuestro tiempo, si nos mantuviéramos muy cerca de la Palabra de Dios.
Y en cuanto a ustedes, hermanos y hermanas míos, que no tienen que predicar, el mejor alimento para ustedes es la propia Palabra de Dios. Los sermones y los libros están muy bien, pero los ríos que recorren una gran distancia sobre la tierra, gradualmente recogen algo de basura del suelo sobre el que fluyen y pierden la frescura que los acompañaba al salir del manantial. La verdad es más dulce cuando acaba de salir de la Roca abierta, pues ese primer chorro no ha perdido nada de su vitalidad ni de su carácter celestial. Siempre es mejor beber agua del pozo, que del tanque de almacenamiento. Ustedes se darán cuenta que leer la Palabra de Dios por ustedes mismos, leer esa Palabras más que comentarios y notas acerca de ella, es la manera más segura de crecer en la gracia. Beban la leche sin adulteración de la Palabra de Dios, y no la leche descremada, o la leche mezclada con agua proveniente de la palabra del hombre.
Extracto del Sermón Nº 1503, "Cómo leer la Biblia", predicado en el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres, por Charles Haddon Spurgeon.
Yo le pido a Dios que nosotros los ministros nos acerquemos más al grandioso Libro antiguo. Seríamos predicadores capaces de instruir, si así lo hiciéramos, sin importar si somos ignorantes del "pensamiento moderno," o no estamos "al tanto de los tiempos." Les garantizo que estaríamos muchas leguas de distancia por delante de nuestro tiempo, si nos mantuviéramos muy cerca de la Palabra de Dios.
Y en cuanto a ustedes, hermanos y hermanas míos, que no tienen que predicar, el mejor alimento para ustedes es la propia Palabra de Dios. Los sermones y los libros están muy bien, pero los ríos que recorren una gran distancia sobre la tierra, gradualmente recogen algo de basura del suelo sobre el que fluyen y pierden la frescura que los acompañaba al salir del manantial. La verdad es más dulce cuando acaba de salir de la Roca abierta, pues ese primer chorro no ha perdido nada de su vitalidad ni de su carácter celestial. Siempre es mejor beber agua del pozo, que del tanque de almacenamiento. Ustedes se darán cuenta que leer la Palabra de Dios por ustedes mismos, leer esa Palabras más que comentarios y notas acerca de ella, es la manera más segura de crecer en la gracia. Beban la leche sin adulteración de la Palabra de Dios, y no la leche descremada, o la leche mezclada con agua proveniente de la palabra del hombre.
Extracto del Sermón Nº 1503, "Cómo leer la Biblia", predicado en el Tabernáculo Metropolitano, Newington, Londres, por Charles Haddon Spurgeon.
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