"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;" 2 Pedro 1:19

domingo, 15 de enero de 2012

LA AMARGURA DEL PECADO

Deut. 29:18-29:18 No sea que haya entre vosotros varón o mujer, o familia o tribu, cuyo corazón se aparte hoy de Jehová nuestro Dios, para ir a servir a los dioses de esas naciones; no sea que haya en medio de vosotros raíz que produzca hiel y ajenjo,
29:19 y suceda que al oír las palabras de esta maldición, él se bendiga en su corazón, diciendo: Tendré paz, aunque ande en la dureza de mi corazón, a fin de que con la embriaguez quite la sed.
29:20 No querrá Jehová perdonarlo, sino que entonces humeará la ira de Jehová y su celo sobre el tal hombre, y se asentará sobre él toda maldición escrita en este libro, y Jehová borrará su nombre de debajo del cielo;
29:21 y lo apartará Jehová de todas las tribus de Israel para mal, conforme a todas las maldiciones del pacto escrito en este libro de la ley.
Hebreos 12:15. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; 16. no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. 17. Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.
Las exhortaciones que encontramos en estos dos pasajes que me son similares, se dirigen a la congregación, al pueblo de Dios, a la iglesia. Es un llamado a poner atención entre los que integran el pueblo de Dios. Esto indica que la palabra de Dios, la amonestación viene a ser instrumento de juicio en medio de la iglesia. Esto significa que la palabra hace un trabajo de discernir o poner en evidencia los que en verdad forman parte de la iglesia y los que no. Tanto Deut como Hebreos dice no sea que haya, es decir, fíjense que entre vosotros no haya alguno. Los hijos de Dios deben cuidarse entre ellos. Mientras se dedican a esta santa labor, habrá algunos profanos que menospreciarán las exhortaciones, y con su desobediencia no harán otra cosa que demostrar que no pertenecen al pueblo. Habrá otros que sufrirán la amonestación y soportarán la disciplina hasta ver en ellos el fruto apacible de justicia, demostrando con ello su calidad de hijos de Dios.
La iglesia debe vigilar que en su interior no haya quienes se aparten, debe hacer todo lo que está mandado hacer y para lo cual le ha sido entregada la Palabra de Dios: exhortar, enseñar, instruir, amonestar, corregir.
Cuidando a la iglesia nos cuidamos a nosotros mismos, este cuidado nos demuestra el amor que tenemos por Dios y por los que son suyos.

Por Fernando García Olmedo.

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