"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;" 2 Pedro 1:19

miércoles, 11 de noviembre de 2015

ORIENTACIONES PARA ODIAR EL PECADO por Richard Baxter. Directriz N° 1

1. Debo esforzarme tanto por conocer a Dios como para ser CONMOVIDO por sus atributos, por su santidad, por su amor, su gracia, su justicia, su ira, su bondad, paciencia y misericordia.  Es tan santo, tan ajeno al pecado, a pesar de eso, me ama a tal grado que dio a su Hijo Jesús para salvarme.  Su gracia es tan grande porque no me ha pagado de acuerdo a los males que he hecho y todo el pecado que he cometido en su contra.  Es tan bueno y paciente para con mi vida, y cada día puedo ver su misericordia rodeándome. 
Debo vivir siempre delante de Él, no huir de su presencia ni pretender que no está en algún lugar, no olvidar que me ve en todo momento, ni ignorar que continuamente me escudriña y sabe todo lo que pienso y siento.
Nadie puede conocer el pecado perfectamente porque nadie puede conocer a Dios perfectamente.  No puedo conocer el pecado más de lo que conozco a Dios, contra quien peco.  La maldad formal del pecado es relativa, pues es contra la voluntad y los atributos de Dios.  El hombre piadoso tiene algún conocimiento de la maldad del pecado porque él tiene algún conocimiento del Dios que es ofendido por éste. 

El impío no tiene un conocimiento práctico y prevaleciente de la maldad del pecado porque él no tiene un conocimiento de Dios.  Aquellos que temen a Dios temerán al pecado; aquellos que en sus corazones son irreverentes e impertinentes para con Dios, harán, en sus corazones y en sus vidas, lo mismo para con el pecado; el ateísta, que piensa que Dios no existe, también piensa que no hay pecado contra Él.  Nada en el mundo entero nos mostrará de forma tan simple y poderosa la maldad del pecado, tanto como el conocimiento de la grandeza, bondad, sabiduría, santidad, autoridad, justicia, verdad, etc, de Dios.  Por tanto, el sentir su presencia hará que también sintamos la maldad del pecado.

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