“Jehová es la
porción de mi herencia y de mi copa; Tú sustentas mi suerte.
Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, Y
es hermosa la heredad que me ha
tocado” Salmos 16:5-6
La palabra porción,
una adjudicación (por cortesía, la ley o la providencia).
La palabra suerte
(goral goral) es un sinónimo en su sentido figurado, una parte o de destino
(como si se determina por sorteo): - lote.
Las cuerdas (Chebel Chebel) una cuerda (como
torcido), especialmente una línea de medición, por implicación de un distrito o
herencia (medida).
Deleitosos na'ıym una delicia (objetiva o
subjetivamente, literal o figurativamente), agradable, dulce.
El salmista dice que la porción, lo que le fue adjudicado, en este caso por pura gracia
y providencia divinas, es Dios mismo.
Dios es la herencia, la más grande posesión de todo creyente. Todo lo que el cristiano necesita es saber
que verdaderamente le pertenece a Dios y Dios también es su más preciado
tesoro, al punto que puede decir como Tomás: “Señor mío, y Dios mío”.
La suerte del cristiano es la mejor que puede
tener un hombre en la tierra. No hay
hombre alguno que pueda ufanarse de tener mejor posesión, que el que puede
decir con certeza y entrañable amor: “Yo tengo a Dios”.
Si le preguntaren a alguno de nosotros si acaso
tenemos ya nuestra casa propia, u vehículo o cualquier otro bien deseado por la
gente de este tiempo, no se entristezca el que no lo tiene si verdaderamente
tiene a Dios. Y si lo tiene, estoy
seguro que no puede sentirse más gozoso que de saber que aunque no lo tuviera,
con Dios lo tiene todo. Y con esto no
quiero decir que Dios sea la garantía de que podrá tener cuantos bienes
terrenales desee. sino que quiero decir que no desea otra cosa que conocer,
experimentar y tener más de Dios en su vida.
Esta es la justa interpretación de Salmos 23:1, Jehová es mi Pastor, nada me faltará.
Su suerte, amado hermano, si pudieran verla los
hombres más acaudalados de este planeta, la envidiarían, y tal como aquel
hombre del que nos habla Cristo (Mateo 13:44), venderían todo lo que tienen con
tal de tener el galardón incomparable que Ud. tiene.
Me pregunto qué tan capaces somos de percibir
esta verdad. Me pregunto con qué
intensidad sabemos en nuestro corazón, una vez que enfrentamos la escasez, la
estrechez económica, la falta de amigos, la falta de trabajo, la ruptura
familiar, de que verdaderamente Cristo es nuestro más preciado Don del Cielo.
Muchas veces me sorprendí en el pecado de desear
cosas materiales con intensidad y desespero, tal como lo hace el mundo. Muchas veces también me jacté en mi corazón
de dones y cosas espiituales, y busqué con afán experiencias místicas (Lucas
10:20), menospreciando así el Don más hermoso y el más valioso tesoro que
alguien puede tener: Dios mismo.
¡Ojalá pudiéramos ver!, ¡Ojalá pudiéramos saber!,
¡Ojalá pudiéramos entender!: ¡Jehová es
nuestra porción, él es nuestra herencia y nuestra copa!
Y digo más: Debemos ver, debemos saber y debemos
entender, para que cuando nos encontremos en aflicción, con prontitud seamos
consolados y no seamos consumidos de demasiada tristeza, y la salvación y el
oportuno socorro vengan por nuestras pobres almas desde lo alto.
De su experiencia al ver, saber y entender que Dios es su don más
preciado, el antiguo predicador británico y hojalatero de profesión, John
Bunyan, dijo lo siguiente: “¡Herederos de Dios! El propio Dios es la porción de los santos. Fue eso lo que vi y lo que me
llenó de admiración; sin embargo, no puedo contar todo lo que vi… Cristo era un
Cristo precioso en mi alma, constituía mi gozo; la paz y el triunfo en Cristo
eran tan grandes, que con mucha dificultad pude seguir acostado.”
Respecto a lo que dice, que Él es quien sustenta nuestra suerte, quiere decir que Él es quien
nos asegura esto. El hecho que yo pueda
decir : Dios mío, es algo que está asegurado por el mismo Dios a aquellos que
Él conoció de antes (Romanos 8:29). Sin
embargo hay muchos que sin tener tan noble posesión, hacen uso de una potestad
que no les ha sido confiada, por lo tanto no traerá a sus almas el efecto
bendito del favor de Dios, por más que clamen “Señor, Señor” (Mateo 7:21).
Note Ud. que esta seguridad no puede venir de
nosotros mismos, ni de nuestra voluntad, ni de nuestra imaginación, sino que ha
de venir de Dios.
Termino con las palabras de Charles Spurgeon:
“El
cielo es una heredad; debemos tomarlo por nuestro hogar, nuestro reposo,
nuestro bien eterno, y mirar este mundo como que ya no es nuestro, como que no
es más que un territorio por el cual pasa nuestro camino a la casa de nuestro
Padre.” (sobre Salmos 16, El Tesoro de David, Charles Spurgeon).
Por Fernando García O.