"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;" 2 Pedro 1:19

martes, 15 de marzo de 2016

Palabra viva vs Predicación que mata

¿Cómo distinguir cuando Dios habla?  Hebreos 4:12 dice que su palabra es viva y eficaz.  Muchas veces confundimos esto con señales externas equivocadas.  La marca de una predicación viva es que es VIVA y EFICAZ, y que es MÁS CORTANTE QUE TODA ESPADA DE DOS FILOS.  Cuando Pedro dio su discurso después del derramamiento del Espíritu Santo el día de Pentecostés, la Escritura dice que los varones que lo escuchaban se compungieron de corazón (Hechos 2:37).  Esto significa literalmente que sus corazones fueron atravesados, perforados por la Palabra de Dios. 
La elocuencia y la emotividad no siempre son la marca de una predicación viva.  Podríamos estar oyendo a un predicador que grita y agita sus brazos, sin embargo su predicación sea muerta.
A veces se piensa que la predicación que mata es la que hiere y produce dolor en nuestros corazones, sin embargo, según la Escritura vemos que esa es precisamente la obra de la Palabra de Dios: herir, cortar, discernir, separar, dividir, hacer sangrar.  Dios es el único que puede limpiar nuestro corazón y lo hace por medio de Su Palabra, pero esa limpieza tiene que ser muchas veces drástica, y cuando el corazón está infectado, necesita de una operación, necesita que se introduzca un cuchillo que corte lo malo, que mate nuestras pasiones perversas y todos nuestros malos deseos. 

Muchas veces despreciamos a predicadores porque no son elocuentes, emotivos ni dinámicos, y tristemente, al hacerlo estamos despreciando el clamor del Altísimo, estamos tapando nuestros oídos a la sabiduría que clama en las plazas, despreciamos los decretos del Soberano Universal.

La Biblia dice que el vino se entra suavemente (Proverbios 23:31).  Así es la predicación que mata.  Es sutil, atractiva, y es inoculada como un veneno, en forma silenciosa, sin que sepamos que nos está matando.  Pensamos que el predicador de palabras infladas, muy elocuente y dinámico está predicando maravillosamente, pero a veces no es más que la ponzoña de Satanás.  Busca más bien la palabra que duele, la que te remece todo lo que has construido de acuerdo a tus propios pensamientos, esa palabra que ataca directamente tus pasiones. Esa predicación es la que lleva la palabra viva que salvará tu alma.

Por Fernando García O.

lunes, 7 de marzo de 2016

LA PORCION DE LOS SANTOS

 “Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; Tú sustentas mi suerte. 
Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, Y es hermosa la heredad que me ha tocado” Salmos 16:5-6

La palabra porción, una adjudicación (por cortesía, la ley o la providencia). 
La palabra suerte (goral goral) es un sinónimo en su sentido figurado, una parte o de destino (como si se determina por sorteo): - lote.
Las cuerdas (Chebel Chebel) una cuerda (como torcido), especialmente una línea de medición, por implicación de un distrito o herencia (medida).
Deleitosos na'ıym una delicia (objetiva o subjetivamente, literal o figurativamente), agradable, dulce.


El salmista dice que la porción, lo que le fue adjudicado, en este caso por pura gracia y providencia divinas, es Dios mismo.  Dios es la herencia, la más grande posesión de todo creyente.  Todo lo que el cristiano necesita es saber que verdaderamente le pertenece a Dios y Dios también es su más preciado tesoro, al punto que puede decir como Tomás: “Señor mío, y Dios mío”.
La suerte del cristiano es la mejor que puede tener un hombre en la tierra.  No hay hombre alguno que pueda ufanarse de tener mejor posesión, que el que puede decir con certeza y entrañable amor: “Yo tengo a Dios”. 
Si le preguntaren a alguno de nosotros si acaso tenemos ya nuestra casa propia, u vehículo o cualquier otro bien deseado por la gente de este tiempo, no se entristezca el que no lo tiene si verdaderamente tiene a Dios.  Y si lo tiene, estoy seguro que no puede sentirse más gozoso que de saber que aunque no lo tuviera, con Dios lo tiene todo.  Y con esto no quiero decir que Dios sea la garantía de que podrá tener cuantos bienes terrenales desee. sino que quiero decir que no desea otra cosa que conocer, experimentar y tener más de Dios en su vida.  Esta es la justa interpretación de Salmos 23:1, Jehová es mi Pastor, nada me faltará.

Su suerte, amado hermano, si pudieran verla los hombres más acaudalados de este planeta, la envidiarían, y tal como aquel hombre del que nos habla Cristo (Mateo 13:44), venderían todo lo que tienen con tal de tener el galardón incomparable que Ud. tiene. 

Me pregunto qué tan capaces somos de percibir esta verdad.  Me pregunto con qué intensidad sabemos en nuestro corazón, una vez que enfrentamos la escasez, la estrechez económica, la falta de amigos, la falta de trabajo, la ruptura familiar, de que verdaderamente Cristo es nuestro más preciado Don del Cielo.

Muchas veces me sorprendí en el pecado de desear cosas materiales con intensidad y desespero, tal como lo hace el mundo.  Muchas veces también me jacté en mi corazón de dones y cosas espiituales, y busqué con afán experiencias místicas (Lucas 10:20), menospreciando así el Don más hermoso y el más valioso tesoro que alguien puede tener: Dios mismo. 

¡Ojalá pudiéramos ver!, ¡Ojalá pudiéramos saber!, ¡Ojalá pudiéramos entender!:  ¡Jehová es nuestra porción, él es nuestra herencia y nuestra copa! 
Y digo más: Debemos ver, debemos saber y debemos entender, para que cuando nos encontremos en aflicción, con prontitud seamos consolados y no seamos consumidos de demasiada tristeza, y la salvación y el oportuno socorro vengan por nuestras pobres almas desde lo alto. 

De su experiencia al ver, saber y entender que Dios es su don más preciado, el antiguo predicador británico y hojalatero de profesión, John Bunyan, dijo lo siguiente: “¡Herederos de Dios! El propio Dios es la porción de los santos. Fue eso lo que vi y lo que me llenó de admiración; sin embargo, no puedo contar todo lo que vi… Cristo era un Cristo precioso en mi alma, constituía mi gozo; la paz y el triunfo en Cristo eran tan grandes, que con mucha dificultad pude seguir acostado.”

Respecto a lo que dice, que Él es quien sustenta nuestra suerte, quiere decir que Él es quien nos asegura esto.  El hecho que yo pueda decir : Dios mío, es algo que está asegurado por el mismo Dios a aquellos que Él conoció de antes (Romanos 8:29).  Sin embargo hay muchos que sin tener tan noble posesión, hacen uso de una potestad que no les ha sido confiada, por lo tanto no traerá a sus almas el efecto bendito del favor de Dios, por más que clamen “Señor, Señor” (Mateo 7:21). 
Note Ud. que esta seguridad no puede venir de nosotros mismos, ni de nuestra voluntad, ni de nuestra imaginación, sino que ha de venir de Dios. 

Termino con las palabras de Charles Spurgeon:

“El cielo es una heredad; debemos tomarlo por nuestro hogar, nuestro reposo, nuestro bien eterno, y mirar este mundo como que ya no es nuestro, como que no es más que un territorio por el cual pasa nuestro camino a la casa de nuestro Padre.” (sobre Salmos 16, El Tesoro de David, Charles Spurgeon).



Por Fernando García O.