“A Jacob amé, mas
a Esaú aborrecí” Romanos 9:13
La gran provisión
del amor de Dios con el que cuentan los hijos de Dios es algo maravilloso. Si realmente conociéramos al Dios Santo,
Santo, Santo y nos conociéramos a nosotros mismos, veríamos que el amor de Dios
hacia nosotros es inexplicable.
No hay cosa de
mayor provecho que un cristiano pueda hacer cada día de su vida, sino tratar de
medir la altura, la profundidad, la anchura y la longitud de este amor tan
grande del cual somos objeto.
Este amor tan
grande no te puede dejar indiferente, porque, ¿en qué te diferencias de
aquellos pobres hombres y mujeres que viven lejos de Dios con sus caras
marcadas por el dolor, con sus ojos hundidos por la desesperanza, con sus
corazones endurecidos como piedra a causa de su propio pecado? ¿No podrías estar perfectamente entre sus
filas sin tener nada que cuestionar al respecto? ¿No podrías ser como Esaú que no apreció la bendición
de su padre y la cambió por un plato de lentejas? Sin embargo el amor de Dios se ha levantado
como una montaña delante de ti para protegerte, para guardar tu camino.
Este amor tan
grande, que no responde a ningún mérito propio, que no responde a nada especial
en mí, me hace estremecer. Que el Dios
eterno, en la eternidad me haya escogido sin atender a mi conducta (porque
aunque yo aún no nacía, él conocía ya mi corazón y mi conducta). Él sabía que yo le rechazaría muchas veces
antes de ser seducido por su gran amor.
Que yo daría coces como un caballo, rechazando su Evangelio. Él sabía que yo huiría de Él, aunque sólo
quiso siempre abrazarme, amarme con amor eterno y prolongar sus misericordias
sobre mí.
Entiendo que haya
aborrecido a Esaú, lo que no entiendo es que haya amado a Jacob. Entiendo que Dios aborrezca al pecador, lo
que no entiendo es que me ame a mí de la manera que lo hace, siendo que yo
también soy pecador.
El amor tan
grande de Dios el Padre hecho carne, es Jesucristo el Señor. Nuestro Salvador es la muestra más grande de
amor que alguien pueda dar.
Aún no comprendo
tanto amor, pero saber que este Dios Justo y Santo me ama así, sólo me hace
estremecer y querer serle fiel, viviendo solamente para Él.
Fernando García
O.
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