¡Oh! Si mis ojos pudiera yo despegar de las cosas de este mundo, de todas ellas, porque los han hecho presos. Sólo dolores me ha dado esta visión terrenal. He visto pequeños fulgores de la Ciudad Celestial, y esa visión ha sido la más hermosa que he podido contemplar.
¡Oh! ¡Si mis ojos fueran cegados por esa luz celestial, como lo fue Saulo! Entonces mi corazón sería lleno, estaría satisfecho y no buscaría nunca más ninguna otra cosa sino ver la Gloria de mi Salvador. La Gloriosa cruz, la Preciosa Sangre, Su Perfecta Obra.
Al ver el fulgor y la belleza de la Gloria Eterna, y por otro lado, el poco brillo y la fealdad de la gloria terrenal, no tendría ánimo de comprar nada en esta tierra, con tal de comprar sólo lo eterno.
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