Piense cuan puros y dulces deleites puede un alma santa disfrutar de Dios en su santa adoración; y entonces verá usted lo que es el pecado, pues él nos impide estos deleites y prefiere en su lugar una lujuria carnal. ¡Oh!, con cuán gran felicidad podríamos realizar cada deber, cuán grandes frutos podríamos producir sirviendo a nuestro Señor, y qué deleites encontraríamos en Su amor y aceptación, y cómo pensaríamos más en la eterna bienaventuranza, si no estuviese el pecado; el cual aparta las almas de las
puertas de los cielos, y las hace caer, tal como un cerdo, en su querido lodazal.
puertas de los cielos, y las hace caer, tal como un cerdo, en su querido lodazal.
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