Fíjese en el estado de tormento de los condenados, y piense bien la diferencia entre ángeles y demonios, y ahí verá qué es el pecado. Los ángeles son puros; los demonios son sucios: santidad y pecado son dos extremos. El pecado habita el infierno, la santidad el cielo. Recuerde que toda tentación viene del diablo, para hacerle ser como él es; y toda disposición santa viene de Cristo, para hacerle ser como Él es. Acuérdese cuando peque, que está usted imitando y aprendiendo del diablo, y será, hasta ese instante, como él (Juan 8:44). Y la finalidad que esto conlleva es que también usted sienta los mismos sufrimientos que él. Si el infierno de fuego no es bueno, tampoco lo es el pecado.
"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;" 2 Pedro 1:19
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