"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;" 2 Pedro 1:19
miércoles, 21 de junio de 2017
martes, 20 de junio de 2017
DEVOCIONAL
"Y harás de ello el aceite de la santa unción; superior
ungüento, según el arte del perfumador, será el aceite de la unción santa." Génesis 30:25
El trabajo
encomendado por Dios a Moisés era confeccionar una diversidad de elementos que
serían utilizados en el culto a Dios.
Era el momento en que Dios estaba estableciendo la forma en que debía
ser adorado por los hombres. Él
estableció un lugar (el Tabernáculo) y también estableció un culto. Una de las cosas importantes ya que era lo
que habilitaba a los hombres que se encargarían de ministrar delante del Señor,
era el aceite de la santa unción. Vemos
que, como cada cosa que formaría parte del culto a Dios, debía ser
confeccionado de manera cuidadosa y de acuerdo a las instrucciones reveladas
por Dios. El aceite de la santa unción
era lo que se derramaba sobre los levitas y sacerdotes para consagrarlos para su
trabajo sagrado.
Esta aceite, resultaba
ser una especie de perfume, preparado con componentes específicos: mirra,
canela, cálamo, aceite de oliva (vs. 23-24).
Es un “superior ungüento”, es decir, un perfume de alta calidad,
superior a cualquier otro.
Pero este superior
ungüento, no es más que la representación del verdadero y superior perfume, el
verdadero aceite de la unción santa: El Santo Espíritu de Dios. En 1 Juan 2:20,
el autor dice a la iglesia que tiene la “unción del Santo”. Es decir que cada verdadero creyente, que
compone la Iglesia del Señor, tiene este perfume, tiene este aceite santo. Hoy en la iglesia, no hay levitas, ni
sacerdotes, pero sí labores y roles diferentes, según los dones que Dios mismo
ha repartido soberanamente, y para ejercer dichos dones, necesitamos la “unción
del Santo”. El Espíritu de Dios se ha
derramado sobre nosotros (Hch 2:33) y nos ha sellado para el día de la
redención (Ef. 4:30).
El Espíritu Santo
de Dios está en la iglesia, y vive en la iglesia, porque vive en cada
creyente. Dios nos ha dado de Su
Espíritu, sin el cual no podríamos conocer a Dios, porque es esta unción la que
nos guía a toda verdad y a toda justicia.Necesitamos que
este perfume verdadero siempre esté en nosotros, clamemos siempre a Dios para
ser llenos y totalmente controlados por este superior ungüento.
viernes, 9 de junio de 2017
DEVOCIONAL DIARIO
“Oye, hija, y mira, e inclina tu oído;
Olvida tu pueblo, y la casa de tu padre;” Salmos 45:10
Este es el tierno llamado a una doncella escogida para que se ponga al servicio del Rey. La voz de Dios que inspira al salmista trata con delicadeza a esta doncella y le llama “hija”.
Esta muchacha escogida es la Iglesia. La iglesia es una doncella espiritual, una virgen que se desposa con el Rey. El matrimonio es una representación de la unión mística entre Cristo y la Iglesia, y así debemos verlo si queremos mantener la honra de éste. En el mandato que recibe esta doncella podemos ver una característica de la Iglesia y a la vez una orden a obedecer.
“Olvida a tu pueblo, y la casa de tu padre;” ¿Dónde vive la iglesia y quién es su padre? En términos naturales, la iglesia está compuesta por miembros de la raza humana, y como tal, vive en el mundo, en medio de la humanidad, inserta en una variedad de culturas y maneras de ver la vida. Ese es su pueblo: el mundo. La iglesia es llamada a olvidar su pueblo, es decir, a dejar el mundo, y apartarse de él. Esta es una separación espiritual más que física. Pedro lo explica muy bien con estas palabras: “baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías” (1 Pedro 4:3). Aún el pueblo de Israel tiene su origen en un pueblo idólatra (Ur de los caldeos, la tierra de Abraham). Así como el Señor le dijo a Abraham, “sal de tu tierra y de tu parentela”, le dice a esta doncella que es la Iglesia: “Olvida a tu pueblo, y la casa de tu padre”
También en términos naturales, el padre de esta doncella no es otro que Adán, ya que la iglesia es tomada de entre la humanidad. Por lo tanto la iglesia está conformada por pecadores, herederos de Adán, pero redimida, comprada por precio, rescatada de la esclavitud del pecado y puesta en honra, para ser unida a su Redentor, el Rey de Reyes.
Somos parte de la Iglesia, y el llamado de Dios en este salmo sigue resonando cada vez que un pecador es llamado al conocimiento de Cristo, cada vez que alguien es regenerado por el Espíritu Santo, cada vez que alguien es llamado al arrepentimiento y a la fe en Cristo. Lo primero que el Señor nos dijo cuando volvimos a nacer y pudimos oír la tierna voz del Salvador es : “Olvida a tu pueblo, y la casa de tu padre”.
jueves, 1 de junio de 2017
DEVOCIONAL DIARIO
He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y
les revelaré abundancia de paz y de verdad. Jeremías 33:6
El hombre, en su terquedad, muchas veces hace algo que no tiene caso, se
empeña en algo de lo cual no sacará ningún resultado, como quien intenta
traspasar una pared sólida. Por causa de
su obstinación y rebeldía, se empeña en ir contra la voluntad de Dios, con una
esperanza falsa alimentada por su propio corazón, porque prefiere intentar
salirse con la suya, antes que asumir que se ha equivocado y tener que
humillarse y arrepentirse. Pero no hay
cosa más necia que esa. El obstinado
sufre “la pena que merece su delito” (Himno 386, “Llegar quiero a la cima del
collado”), no sacará otro resultado. Lo
maravilloso de este texto, es que da esperanza que si el hombre por fin se
rinde, y deja de luchar contra Dios, tendrá paz, una paz que jamás ha
experimentado, una paz abundante.
Dice el Señor que traerá sanidad y medicina ¿Cómo? En Isaías 53:5 nos habla del sacrificio de
Cristo, el siervo sufriente, que se entrega a sí mismo a la muerte, a fin de
dar vida a todos los que creen en su Nombre.
Él fue herido por causa de tu rebelión, fue molido por causa de tus
pecados, recibió el castigo que te tocaba a ti para que tengas paz. A través de su sufrimiento y dolor nosotros
tuvimos sanidad, una sanidad que va más allá de toda sanidad física, se trata
de las llagas supurantes que te ha causado el pecado. El mismo profeta Isaías
dice acerca del pecador sin Cristo que “no hay en él cosa sana, sino herida,
hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con
aceite” (Is. 1:6). El pecador sin Cristo,
permanece en un estado lamentable. Pero
muchas veces también el creyente puede estar en un estado lamentable, al
permanecer en rebeldía ante Dios. Pero
en Cristo tendrá “sanidad y medicina”.
Dios promete a aquellos que se acercan tan solo por la fe en Él, no solo
sanidad y medicina sino “abundancia de paz y de verdad.
Podemos distinguir dos tipos de paz:
En primer lugar, aquella paz interior, esa tranquilidad del alma que
anhelan todos los que son afligidos por cualquier clase de angustia. Esa paz del alma la alcanzan aquellos que
viéndose afligidos por sus propios pecados, acuden al Salvador porque no han
hallado nada más que pueda satisfacerles.
En segundo lugar, aquella paz que acuerdan dos enemigos, la tregua, el
alto al fuego. El hombre sin Cristo es
enemigo de Dios, el rebelde está huyendo de Dios y da “coces contra el
aguijón”. Nunca estará tranquilo porque
está en estado de declarada rebelión contra Dios. Pero cuando por fin se rinde en sus intentos
de hacer su propia voluntad, se arrepiente y se somete al señorío de Cristo, es
lavado por la sangre del Cordero, en el momento, deja de ser enemigo y es
justificado delante de Dios. Por eso el
apóstol Pablo nos enseña: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con
Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Ro. 5:1)
Así que solamente en Dios hallaremos sanidad y paz, por medio de Cristo.
No la busques en ningún otro lugar, porque será como querer atravesar una pared
sólida.
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