“Oye, hija, y mira, e inclina tu oído;
Olvida tu pueblo, y la casa de tu padre;” Salmos 45:10
Este es el tierno llamado a una doncella escogida para que se ponga al servicio del Rey. La voz de Dios que inspira al salmista trata con delicadeza a esta doncella y le llama “hija”.
Esta muchacha escogida es la Iglesia. La iglesia es una doncella espiritual, una virgen que se desposa con el Rey. El matrimonio es una representación de la unión mística entre Cristo y la Iglesia, y así debemos verlo si queremos mantener la honra de éste. En el mandato que recibe esta doncella podemos ver una característica de la Iglesia y a la vez una orden a obedecer.
“Olvida a tu pueblo, y la casa de tu padre;” ¿Dónde vive la iglesia y quién es su padre? En términos naturales, la iglesia está compuesta por miembros de la raza humana, y como tal, vive en el mundo, en medio de la humanidad, inserta en una variedad de culturas y maneras de ver la vida. Ese es su pueblo: el mundo. La iglesia es llamada a olvidar su pueblo, es decir, a dejar el mundo, y apartarse de él. Esta es una separación espiritual más que física. Pedro lo explica muy bien con estas palabras: “baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías” (1 Pedro 4:3). Aún el pueblo de Israel tiene su origen en un pueblo idólatra (Ur de los caldeos, la tierra de Abraham). Así como el Señor le dijo a Abraham, “sal de tu tierra y de tu parentela”, le dice a esta doncella que es la Iglesia: “Olvida a tu pueblo, y la casa de tu padre”
También en términos naturales, el padre de esta doncella no es otro que Adán, ya que la iglesia es tomada de entre la humanidad. Por lo tanto la iglesia está conformada por pecadores, herederos de Adán, pero redimida, comprada por precio, rescatada de la esclavitud del pecado y puesta en honra, para ser unida a su Redentor, el Rey de Reyes.
Somos parte de la Iglesia, y el llamado de Dios en este salmo sigue resonando cada vez que un pecador es llamado al conocimiento de Cristo, cada vez que alguien es regenerado por el Espíritu Santo, cada vez que alguien es llamado al arrepentimiento y a la fe en Cristo. Lo primero que el Señor nos dijo cuando volvimos a nacer y pudimos oír la tierna voz del Salvador es : “Olvida a tu pueblo, y la casa de tu padre”.
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