"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;" 2 Pedro 1:19

jueves, 1 de junio de 2017

DEVOCIONAL DIARIO

He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Jeremías 33:6

El hombre, en su terquedad, muchas veces hace algo que no tiene caso, se empeña en algo de lo cual no sacará ningún resultado, como quien intenta traspasar una pared sólida.  Por causa de su obstinación y rebeldía, se empeña en ir contra la voluntad de Dios, con una esperanza falsa alimentada por su propio corazón, porque prefiere intentar salirse con la suya, antes que asumir que se ha equivocado y tener que humillarse y arrepentirse.  Pero no hay cosa más necia que esa.  El obstinado sufre “la pena que merece su delito” (Himno 386, “Llegar quiero a la cima del collado”), no sacará otro resultado.  Lo maravilloso de este texto, es que da esperanza que si el hombre por fin se rinde, y deja de luchar contra Dios, tendrá paz, una paz que jamás ha experimentado, una paz abundante. 
Dice el Señor que traerá sanidad y medicina ¿Cómo?  En Isaías 53:5 nos habla del sacrificio de Cristo, el siervo sufriente, que se entrega a sí mismo a la muerte, a fin de dar vida a todos los que creen en su Nombre.  Él fue herido por causa de tu rebelión, fue molido por causa de tus pecados, recibió el castigo que te tocaba a ti para que tengas paz.  A través de su sufrimiento y dolor nosotros tuvimos sanidad, una sanidad que va más allá de toda sanidad física, se trata de las llagas supurantes que te ha causado el pecado. El mismo profeta Isaías dice acerca del pecador sin Cristo que “no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite” (Is. 1:6).  El pecador sin Cristo, permanece en un estado lamentable.  Pero muchas veces también el creyente puede estar en un estado lamentable, al permanecer en rebeldía ante Dios.  Pero en Cristo tendrá “sanidad y medicina”.
Dios promete a aquellos que se acercan tan solo por la fe en Él, no solo sanidad y medicina sino “abundancia de paz y de verdad. 
Podemos distinguir dos tipos de paz:
En primer lugar, aquella paz interior, esa tranquilidad del alma que anhelan todos los que son afligidos por cualquier clase de angustia.  Esa paz del alma la alcanzan aquellos que viéndose afligidos por sus propios pecados, acuden al Salvador porque no han hallado nada más que pueda satisfacerles.
En segundo lugar, aquella paz que acuerdan dos enemigos, la tregua, el alto al fuego.  El hombre sin Cristo es enemigo de Dios, el rebelde está huyendo de Dios y da “coces contra el aguijón”.  Nunca estará tranquilo porque está en estado de declarada rebelión contra Dios.  Pero cuando por fin se rinde en sus intentos de hacer su propia voluntad, se arrepiente y se somete al señorío de Cristo, es lavado por la sangre del Cordero, en el momento, deja de ser enemigo y es justificado delante de Dios.  Por eso el apóstol Pablo nos enseña: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Ro. 5:1)

Así que solamente en Dios hallaremos sanidad y paz, por medio de Cristo. No la busques en ningún otro lugar, porque será como querer atravesar una pared sólida. 

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