“En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, y se le llamará: Jehová, justicia nuestra.” Jeremías 33:16
Dios desde antiguo quiso revelar a su pueblo cómo haría firme su pacto, cómo cumpliría su promesa. Entre sombras y como por espejo, mostró a los profetas la gloria de Cristo. Estos, dice el Apóstol Pedro, buscaron con diligencia quién sería el Salvador y cuando aparecería (1 Pedro 1:10-11). El Señor haría resplandecer el sol de justicia, que en sus alas traería la salvación (Mal 4:2), y éste se llamaría JESÚS, porque “él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21). Jesús es una variación del nombre Josué, y significa “Jehová Salva”. Ya que Dios es el único que puede salvar al hombre de su pecado y de la condenación eterna, este poder salvador se concentró en su Hijo, Dios manifestado en carne (1 Ti 3:16). Él es el Ángel de Jehová, Él es el varón que se apareció a Josué con la espada desenvainada (Jos 5:13), Él es el “cuarto semejante a hijo de los dioses” que estuvo en el horno con los tres jóvenes (Dn. 3:25)
Ahora bien, ya hemos identificado a Jesucristo con Jehová, y también hemos visto que Jehová es nuestro salvador, que es igual a decir que Jesucristo es nuestro Salvador. Pero ¿qué relación tiene la salvación con la justicia? La justicia se relaciona con la rectitud y el estricto apego a la ley. Alguien justo es alguien que actúa bien. En Salmos 37:29 dice que “los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella”. ¿Cómo podremos llegar a aquella tierra maravillosa, al país de Beulah, a la Jerusalén de arriba sin ser justos? La respuesta es: No podemos. Dios exige a los que se presentan ante Él en las puertas de la ciudad que sean hallados justos. Pero encontramos tristemente que no lo somos, que hemos cometido toda clase de pecados y transgresiones. Que muchas veces hemos sido rebeldes y duros de corazón, que la ley de Dios ha sido quebrantada en nuestras manos. No hemos podido cumplir la ley, sólo nos ha hecho saber que somos pecadores. Si lloras amargamente por esta realidad, hay para ti consuelo: el pueblo de Dios (los que creen en Cristo para salvación) será salvo, y habitará seguro, Jehová es nuestra justicia. Cristo “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación”.
“Solo Cristo y su sangre derramada
por tan vil y malvado pecador,
da perdón, da la vida, paz y gozo,
y prepara para Dios el corazón.” (Himno 326)
No somos justos, CRISTO ES NUESTRA JUSTICIA, y sólo en Él tenemos salvación.
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