“y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles…ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén” Romanos 1: 23-25
Después de escuchar una noticia que hablaba de un ataque de una jauría de perros vagos a un joven repartidor de correspondencia y que por efecto de la mordida de uno de los animales contrajo la infección de la rabia que lo tiene al borde de la muerte, creí oportuno considerar hacer este artículo cuyo objetivo es reflexionar sobre otras de las tantas aristas de la humanidad que revela su absoluto desprecio a lo que Dios enseña en su Palabra; esta vez, se trata de la nueva idolatría animalista.
Cada vez que aparecen nuevos casos de ataques de animales, aparecen también aquellos que se dicen defensores de los derechos de los animales cuyo radicalismo los lleva no solo a protestar contra el maltrato animal, idea que toda persona en sus cabales debe estar de acuerdo, sino que a reivindicar los derechos de las bestias casi al mismo, o inclusive sobre el nivel del ser humano. Voces autoproclamadas animalistas, ecologistas, ambientalistas, vegetarianos o veganos, llegan al extremo de celebrar cuando un ser humano es atacado o incluso muerto por haber transgredido de algún modo los derechos de los animales.
Así fue hace tiempo atrás cuando en el zoológico de Santiago el error de procedimiento de un operario, lo llevó al descuido y fue atacado por una feroz fiera que debió ser reducida con balas para salvar la vida del ser humano. No obstante, las voces de protesta de los animalistas no se dejaron esperar y juzgaron duramente a las autoridades del recinto, criticando el sacrificio innecesario de la bestia. Para estos seguidores de esta filosofía animalista, sus reclamos delatan que la vida de un animal es mucho más importante y preciada que la de un ser humano. La noticia para ellos no era el accidente o el estado de salud del ser humano que fue atacado por la fiera, sino que la muerte del animal.
Recordemos otro caso del zoológico de Quilpué cuando un pequeño, luego del descuido de sus padres, introdujo su mano en la jaula de los papiones, y por consecuencia una de las bestias cercenó parte de su extremidad. Los voceros animalistas en lugar de lamentar lo ocurrido al pequeño, solo se limitaron a elevar defensa de los animales que se encuentran enjaulados. En otras palabras, los derechos del simio fueron exhibidos por sobre la tremenda tragedia.
Creo que nadie podría estar en desacuerdo respecto a prohibir el maltrato animal o cualquier acto de violencia hacia ellos. El que cientos de animales estén encerrados y estresados en un hábitat inadecuado como zoológicos; o por ejemplo las corridas de toro, el rodeo, los animales cautivos en los circos, etc., no creo que sean espectáculos objetivamente maravillosos; pero de ahí a elevar una verdadera apología a las bestias y ponerlas en un sitial que no les corresponde, es una tremenda necedad.
La filosofía animalista es muy antigua. Se remonta a civilizaciones tales como la babilónica, la egipcia o la mesopotámica; todas paganas y aborrecedoras de Dios Todopoderoso. Recordemos la cultura egipcia que adoraba a la cobra, al gato, al león, etc. O las mismas culturas precolombinas adoradoras del águila, del jaguar y de la serpiente. Así podríamos recorrer sistemáticamente todas las culturas y religiones paganas que demostraban con evidencia su odio irrestricto al Dios de las escrituras. Tal como lo dice Romanos 1: 23-25 que encabeza este artículo, los hombres en lugar de adorar a Dios, adoran la creación y en el caso particular a los animales. Ellos cambiaron la gloria de Dios por semejanza de imagen de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
La biblia menciona al dios Dagón que se representaba en la iconografía religiosa como un ser mitad hombre y mitad pescado. De hecho los sacerdotes que elevaban sacrificios a esta deidad, utilizaban una mitra en forma de la cabeza de pescado idéntica a la que usan los cardenales, obispos y el jerarca de la actual iglesia romana. Esta y muchas otras deidades eran erigidas por los pueblos con imágenes de animales.
“Y tomaron los filisteos el arca de Dios, y la metieron en la casa de Dagón, y la pusieron junto a Dagón” 1 Samuel 5:2
Recordemos además que el propio pueblo de Israel en su constante apostasía, también llegó a adorar la figura de un animal y que obviamente fue la causa del juicio de Dios una vez que Moisés descendió del Sinaí.
“y él los tomó de las manos de ellos, y le dio forma con buril, e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto” Éxodo 32:4
Tanto es esta devoción por las bestias, que el hombre ha diseñado una verdadera religión con la afamada teoría de la evolución, que dicho sea de paso, es parte del programa educacional obligatorio en todos los colegios. El hombre con “su sabiduría humanista” en constante rebelión en contra de su Creador, ha desechado la verdad de la Creación y ha enarbolado la mentira de la evolución de las especies, la cual pregona que nosotros provenimos de la evolución de las bestias. Si bien, la biblia enseña que el hombre puede llegar a comportarse como un primate o como una bestia por causa del pecado y su depravación, también es clara en enseñar que todos fuimos creados a imagen y semejanza de Dios y no de una supuesta evolución de los simios. Esto es lo que nos diferencia de las bestias.
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen…” Génesis 1:26
Esta filosofía de neo adoración animalista, ha llegado a límites insospechados. Por ejemplo, ellos enseñan que si alguien adopta una animal, a éste no se le debe llamar “mascota” sino que compañero. No obstante, los expertos señalan que cuando alguien adopta una mascota, el dueño debe hacer notar su señorío y superioridad, de modo que la bestia debe permanecer en su justo lugar.
Hoy vemos a personas que se conmueven más con un animal que por un ser humano. Esto me hace recordar la antigua frase que el poeta inglés Lord Byron revivió: “mientras más conozco a los hombres; mas quiero a mi perro”, frase muy apetecida por los animalistas, no obstante, quien elevó aquella máxima fue un defensor de la amoralidad y de la vida en libertinaje que incluso se hablaba de su bisexualidad. Evidentemente, en muchos de los radicales animalistas se aprecia una dicotomía moral, ya que al perecer siguiendo el molde bestial pretenden imitar la actitud libre y sin moral de los animales a quienes tanto ellos aman.
Yo he escuchado personalmente a personas neo adoradoras de animales que por lo general revelan una preocupante desilusión por la raza humana debido a tristes experiencias de niñez. Hijos de madres solteras, abandonados por sus padres, maltrato intrafamiliar, alcoholismo, drogas, etc. Una vez llegada a la adolescencia y juventud, cuando el individuo desea sentirse interpretado por algo y dar razón a su existencia, algunos con toda la carga negativa y raíces de amargura en contra del ser humano, han encontrado esta filosofía animalista como consuelo a su desilusión.
Creo importante enfatizar que el cuidado de los animales y el desprecio del maltrato de los mismos es algo que la biblia también declara con precisión.
“El justo cuida de la vida de su bestia; Mas el corazón de los impíos es cruel” Proverbios 12:10
No obstante a que este pasaje define como impío a quien maltrata al animal, la biblia se refiere como “BESTIA” al animal que presta servicios al hombre. Jamás encontramos en las escrituras la postura de filosofía animalista en donde se pretende poner a la bestia al mismo nivel de los seres humanos, pero sí encontramos esta práctica en todas las religiones paganas.
Por su parte, la infalible Palabra de Dios, La biblia, enseña que El Señor creo al Hombre para gobernar sobre los animales, es decir, los animales no fueron creados a la misma altura que el hombre, sino que para el servicio del hombre.
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra…Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra” Génesis 1: 26-28
“Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra. El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados.Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo” Gen. 9:1-3
Evidentemente textos como estos chocan frontalmente con la filosofía animalista; es por esta razón que aquellos que adoran a los animales y los pretenden poner en los altares como objeto de adoración, llegan a la blasfemia de negar la revelación de Dios y lo acusan insolentemente de exterminador de animales, haciendo alusión a los sacrificios en los altares del antiguo testamento.
La biblia enseña que después de la caída del hombre, la alimentación inicialmente basada en frutas y verduras, cambió radicalmente por carne, y para eso, Dios autorizó la utilización de los animales quienes estaban al servicio del hombre. Esa fue la instrucción de Dios a Noé luego de salir del arca.
Fue el propio Señor quien para mostrar mediante figuras y símbolos, utilizó por centurias el sacrificio de animales en los altares que representaban el único y todo suficiente sacrificio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo en el altar de la cruz del Gólgota. Desde el génesis, aparece la clara figura del animal sacrificado que en tipología habla de aquel sustituto inocente que llevaría los pecados del culpable.
“Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió” Génesis 3: 21.
Este texto selecto del libro de Génesis infiere el primer sacrificio de una bestia inocente que simbolizaría por las edades siguientes, el sacrificio sustitutorio y redentor de los pecados del hombre. Era la gran lección que determinaba que la paga del pecado es muerte y que sin derramamiento de sangre no se hace remisión de los pecados.
Esa fue la gran enseñanza para Adán y Eva, el hombre y la mujer quienes habían caído en pecado; habían transgredido el carácter santo de Dios. Su hijo Abel aprendió esta divina lección y aún más, la practicó hasta el día de su muerte.
“Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda” Génesis 4: 4
A Abel lo vemos llevando a cabo el culto según la justicia de Dios que reposa en el sacrificio del sustituto inocente. No obstante, aparece el primer animalista de la historia, Caín, quien en lugar de cumplir la ordenanza según las indicaciones de Dios, razonó en su engañoso corazón y decidió torcer el santo mandamiento y revelarse en contra de su Dios. Tal vez, elevó la misma consigna que los neo adoradores de animales erigen hoy en día y prefirió ofrecer el fruto de su esfuerzo con los resultados de la cosecha como ofrenda a Jehová.
“Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová….pero Dios no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante” Génesis 4: 3 y 5
Los animalistas niegan rotundamente la actividad sacrificial que el propio Dios soberano estableció. Todas las generaciones temerosas de Dios obedecieron aquel ejercicio cultual el que consistía en el sacrificio de animales inocentes para remisión de los pecados. No hubo otra forma de agradar las demandas de la justicia de Dios, sino a través del sacrificio de animales en el altar. He aquí tenemos el ejemplo de Noé quien según la tradición de sus padres también cumplió las instrucciones dadas desde el comienzo a Adán y Eva.
“Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar. Y percibió Jehová olor grato” Génesis 8: 20-21
Este pasaje expresa literalmente el agrado de Dios respecto a la ofrenda de animales en el altar del sacrificio. Podríamos hacer mención de un sucesor de Noé que vino a ser el padre de la nación de Israel.
“Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo” Génesis 22:13
Evidencias como estas son los argumentos que los animalistas y veganos utilizan para despreciar a Dios todopoderoso y su infalible Palabra. Esta es la parte preocupante de la filosofía animalista; ya que cada persona puede libremente optar, en su obstinación en contra de Dios, por cualquier idea o escuela de pensamiento que desee; pero la que estamos detallando en particular, está reñida frontalmente con lo que el propio carácter santo de Dios ha determinado desde el principio.
Dios creó solo al hombre de manera tricótoma, es decir, con cuerpo, alma y espíritu. Solo el hombre posee intelecto, sensibilidad moral o sentimientos y voluntad. Los animales, solo tienen aliento de vida. Ellos no tienen alma ni menos espíritu. Los animales son instintivos y carecen de sentimientos.
Los animales carecen de sensibilidad moral. Ellos no distinguen género ni rasgos familiares. Solo los seres humanos podemos hacerlo. Por lo tanto, ¿Cómo un animalista podría justificar que un perro macho se aparee con otro macho o inclusive con su propia progenitora? No obstante, me temo que muchos defensores de bestias, anhelan comportarse como tales, es decir, no reconociendo su género ni asumiendo el valor absoluto de lo bueno o de lo malo. Tal vez ellos piensan que defendiendo esta filosofía panteísta, se entierra a Dios y su Palabra, y su imperativa llamada a abandonar el pecado. Obviamente, el pecado es el que lleva al ser humano a actuar como verdaderas bestias. Por eso es tan necesaria la redención en Cristo Jesús, ya que solo mediante su sacrificio nosotros podemos ser perdonados y redimidos para vida eterna.
“Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales” Judas 10
“Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno” 2 Pedro 2:22
“No den lo santo a los perros, ni echen sus perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y después se vuelvan contra ustedes y los despedacen” Mateo 7:6
“…porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica” Santiago 3:15
“Más los perros estarán fuera…” Apocalipsis 22:15
Estos pasajes advierten que los animales son irracionales y que actúan bajo instintos, y del mismo modo un individuo por causa del pecado, puede eventualmente llegar a comportarse como uno de ellos. Esto descarta lo que dicen aquellos neo animalistas de que los animales están a la misma altura que el ser humano, o como lo llamó el fraile Francisco de Asís: “…los hermanos menores”. En esta óptica, lo más sensato es reconocer que el pecado que mora en nosotros sí nos rebaja al mismo nivel de un animal.
Es importante expresar que la biblia no enseña la dieta vegetariana como concepto religioso, místico o vana filosofía. Dios se expresa de manera clara respecto a que algunos animales han sido dados al hombre para su servicio y para su mantenimiento.
“Y tomarás el carnero de las consagraciones, y cocerás su carne en lugar santo. Y Aarón y sus hijos comerán la carne del carnero, y el pan que estará en el canastillo, a la puerta del tabernáculo de reunión” Éxodo 29:31-32
“Y los cuervos le traían (a Elías) pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo” 1 Reyes 17:6
“Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua. Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos” Lucas 22:7-8
“Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos” Lucas 24:41-42
“y vio el cielo abierto, y que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Y le vino una
voz: Levántate, Pedro, mata y come. Entonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás. Volvió la voz a él la segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común” Hechos 10: 11-15
“De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia” 1 Corintios 10:25
Muchos de los animalistas han adoptado por consecuencia la vida vegana, la cual consiste en no alimentarse ni utilizar nada que provenga de la explotación animal. Ellos se abstienen de comer carnes, huevos, leche y derivados, etc. No obstante, a veces los vemos portar correas, carteras o zapatos de cuero de animal, lo que evidencia su propia inconsecuencia.
El hombre en una incesante búsqueda de filosofías que puedan llenar aquel vacío espiritual que solo lo puede ocupar el Creador, ha llegado a extremos de aferrarse a filosofías anticristianas como la que estamos detallando. El veganismo no es solo una dieta “sana” en base a verduras, sino que es una filosofía que confronta insolentemente a Dios todopoderoso y su infalible Palabra. Por lo tanto, ya sabemos quién está detrás de todo esto; el mismísimo satanás.
Han existido casos que pasaron a instancias judiciales por cargos gravísimos , luego de que padres veganos privaron a sus hijos de consumir carnes, aun sabiendo que solo éstas contienen la vitamina B12 que es esencial para el desarrollo neurofisiológico de un ser humano en su fase de crecimiento. Esto me hace recordar la antigua cantinela de los afamados “testigos de Jehova” que insisten en enseñar que la biblia prohíbe la transfusión de sangre, y por consecuencia muchos de aquellos miembros de esta secta religiosa, han perdidos a familiares por negarse a aquel procedimiento médico. Así como la biblia no prohíbe el consumo de carnes y el uso de servicios de los animales para la calidad de vida del ser humano, tampoco prohíbe la transfusión de sangre, el consumo regulado de vino, de jamón, de café, etc.
Pero como bien sabemos, tan igual como todas las sectas que prohíben, exigen, restringen, conceden, excluyen, etc., el veganismo y los animalistas, pretenden, con sus filosofías humanistas, eclipsar la eterna e infalible Palabra de Dios. Ellos han caído en la misma y nefanda actitud de todos aquellos que pensaron que estaban persiguiendo el verdadero y derecho camino, pero lamentablemente su fin era el mismo infierno.
“Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte” Proverbios 14-12
Que la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo le guie y le guarde ante los engaños de los tiempos finales. Que así sea, Amén.
Extraido de la página www.spgchile.org
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