3.
Adoración, oración y reverencia.
Y perseverando
unánimes cada día en el templo, y
partiendo el pan en las casas,
comían juntos con
alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con
todo el pueblo. (Hechos
2:46-47).
Se reúnen, se congregan, esto es vital para los
creyentes. Perseverando unánimes. Hay
una comunidad que persevera. Perseveran
juntos, se apoyan mutuamente, se animan, se enseñan, se impulsan entre sí a las
buenas obras. Todos estos beneficios
se reciben al ser parte de una comunidad.
El compañerismo es beneficioso, lo fue para la iglesia primitiva, y
puede serlo hoy para nosotros también.
Es cierto que nuestra principal motivación de reunirnos debe ser el
tener una comunión y un encuentro especial con Dios, pero también debe
motivarnos la comunión con nuestros hermanos.
Actualmente para el hombre natural se ha vuelto muy difícil formar
comunidades, porque las sociedades (sea por asuntos culturales o
socio-económicos) tienden al individualismo.
Esto también ha afectado a la iglesia.
Partir el pan, podemos verlo como parte de la
adoración, ya que podemos tomarlo como una referencia a la Cena del Señor. También se sugiere que en la iglesia
primitiva se acostumbrara a realizar cenas entre los miembros de la iglesia
como una consecuencia natural de la comunión estrecha existente entre los
hermanos. A continuación transcribo un testimonio de una de estas
“convivencias”, descrita por Tertuliano, uno de los padres de la Iglesia hacia el año 195
d. C. aproximadamente: “Nuestra
cena con su nombre se acredita (361). Llámase en griego Agape, que significa caridad (362). Conste de cualesquier gastos esta cena que administra la
caridad, que donde el amor es dispensero, el gasto es ganancioso, porque con
este refrigerio socorremos los necesitados. Con esta cena remedíamos
la necesidad de los pobres, no les compramos la libertad, como lo hacéis
vosotros con los truhanes en los banquetes (363), que el que se obliga á hartarlos de comida los puede
hartar de contumelias; solamente se hace esta piedad en consideración de
ejercitar la obra que para Dios vale más, que
es el socorro de los menores. Si
la ocasión de la cena es tan honesta, la composición con que se come y se
reparte se puede medir por la causa; que si la causa es caridad, |285 será el modo religión. No admite esta cena
acción inmodesta ni vil. Lo primero que se gusta es a Dios; en esta mesa la
oración hace la salva. Aquí no se come, témplase el hambre. Bébese con
la sobriedad conveniente á un pecho honesto. Así se cena como quien se acuerda que también aquella noche ha de
adorar á Dios. Así se platica como quien atiende a que Dios oye las palabras.
Acabada la cena se lavan las manos (364), se encienden las luces, y se manda que cada uno salga
en medio de la congregación y cante algo de la Sagrada Escritura ,
o lo que su devoción le administrare, y así se prueba la templanza
con que se bebió en la cena. Este convite, pues, de los cristianos, con
oración comienza y con oración se acaba (365). De allí se retiran todos, no a ver cuadrillas de
esgrimidores que se hieren o se matan, como hacéis vosotros después de vuestras
cenas (366): no á rondar en camaradas, discurriendo por la ciudad para
injuriar a todos; no a buscar impetuosamente los encuentros de la torpeza, las
canciones, los bailes y entremeses, sino al cuidado de repasar la honestidad
que desprendieron en la cena, como aquellos que no cenaron cena sino enseñanza.”
Hay algo interesante que encontramos en estos
primeros cristianos. Según el vs. 46
ellos adoraban en las casas y en el templo. Podemos decir que son
dos formas de adoración: Formal (en el templo) e Informal (en los
hogares). Ellos deseaban estar reunidos
en torno al Señor, deseaban la comunión con sus hermanos. Digamos que la reunión de cristianos en un
hogar propicia un ambiente diferente al del templo. Los cristianos se nutrían tanto de la reunión
formal en el templo, como de la reunión informal en las casas.
Las reuniones de la iglesia tenían dos aspectos
importantes: Gozo y Reverencia. Cada reunión debe ser una celebración alegre,
pero la iglesia primitiva se caracterizaba también por su reverencia, las
reuniones eran alegres pero no irreverentes.
Si en algunas iglesias las reuniones parecen servicios fúnebres, en
otras son demasiado livianas. Cuando el
Espíritu Santo renueva la iglesia, la llena de alegría y también de reverencia
ante Dios.
4.
Evangelización contínua.
“Y todos los días añadía el Señor a la iglesia
aquellos que se habían de salvar” (Hechos 2:47).
Primero, vemos la soberanía de Dios en la
salvación. Es Él quien añade los nuevos
creyentes.
Vivimos en un tiempo de muchos avances
tecnológicos, rodeados de comodidades, y con muchas cosas al alcance de la
mano, sea de un click o de un llamado telefónico. Es este tiempo en que más
necesitamos ser una iglesia humilde, reconociendo nuestra incapacidad para
hacer la obra de Dios, y que sólo Cristo puede dar vista a los ciegos, hacer
oír a los sordos, hacer hablar a los mudos y revivir las almas muertas. Si es Cristo el que salva, Él es quien añade,
tenemos que rogar, tenemos que orar que al predicar el evangelio, Él sea con
nosotros, que Él nos de el mensaje preciso, las palabras adecuadas, para que
mediante su precioso Evangelio sea salvo el pecador. No es la iglesia que salva a los pecadores,
es Dios quien añade a la iglesia a los que han de ser salvos.
Algo importante que podemos ver en el versículo
47, es que el Señor salva a los que
añade a la iglesia, y añade a la iglesia a los que salva. O sea, si es Dios el que añadió un alma nueva
a la iglesia, es porque lo salvó. Y si
Dios salvó a alguien, podemos estar seguros de que lo va a añadir a la iglesia. Nunca Dios va a añadir un falso creyente a la
iglesia, eso lo hace el hombre carnalmente.
Nunca una persona verdaderamente salva va a estar mucho tiempo sin
integrarse a una iglesia, porque Dios lo añadirá.
La evangelización no debe ser una tarea de
ocasiones especiales, sino que debe ser continua. Cuando la iglesia está llena del Espíritu
Santo, se abre al mundo necesitado de Dios, con el Evangelio en sus corazones y
en sus labios, para dar de gracia lo que de gracia recibió.
Es por eso que más que nadie, la iglesia debe
conocer el Evangelio, porque es poder de Dios para salvación (Romanos 1:16), y
es el medio por el cual Dios se propuso salvar al pecador (1 Corintios 1:21).
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