"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;" 2 Pedro 1:19

miércoles, 31 de mayo de 2017

DEVOCIONAL DIARIO - Justicia Nuestra

“En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, y se le llamará: Jehová, justicia nuestra.” Jeremías 33:16

Dios desde antiguo quiso revelar a su pueblo cómo haría firme su pacto, cómo cumpliría su promesa.  Entre sombras y como por espejo, mostró a los profetas la gloria de Cristo.  Estos, dice el Apóstol Pedro, buscaron con diligencia quién sería el Salvador y cuando aparecería (1 Pedro 1:10-11).  El Señor haría resplandecer el sol de justicia, que en sus alas traería la salvación (Mal 4:2), y éste se llamaría JESÚS, porque “él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1:21).  Jesús es una variación del nombre Josué, y significa “Jehová Salva”.  Ya que Dios es el único que puede salvar al hombre de su pecado y de la condenación eterna, este poder salvador se concentró en su Hijo, Dios manifestado en carne (1 Ti 3:16). Él es el Ángel de Jehová, Él es el varón que se apareció a Josué con la espada desenvainada (Jos 5:13), Él es el “cuarto semejante a hijo de los dioses” que estuvo en el horno con los tres jóvenes (Dn. 3:25)
Ahora bien, ya hemos identificado a Jesucristo con Jehová, y también hemos visto que Jehová es nuestro salvador, que es igual a decir que Jesucristo es nuestro Salvador.  Pero ¿qué relación tiene la salvación con la justicia?  La justicia se relaciona con la rectitud y el estricto apego a la ley.  Alguien justo es alguien que actúa bien.  En Salmos 37:29 dice que “los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella”.  ¿Cómo podremos llegar a aquella tierra maravillosa, al país de Beulah, a la Jerusalén de arriba sin ser justos?  La respuesta es: No podemos.  Dios exige a los que se presentan ante Él en las puertas de la ciudad que sean hallados justos.  Pero encontramos tristemente que no lo somos, que hemos cometido toda clase de pecados y transgresiones.  Que muchas veces hemos sido rebeldes y duros de corazón, que la ley de Dios ha sido quebrantada en nuestras manos.  No hemos podido cumplir la ley, sólo nos ha hecho saber que somos pecadores. Si lloras amargamente por esta realidad, hay para ti consuelo:  el pueblo de Dios (los que creen en Cristo para salvación) será salvo, y habitará seguro, Jehová es nuestra justicia.  Cristo “fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación”. 
“Solo Cristo y su sangre derramada
por tan vil y malvado pecador,
da perdón, da la vida, paz y gozo,
 y prepara para Dios el corazón.” (Himno 326) 
 No somos justos, CRISTO ES NUESTRA JUSTICIA, y sólo en Él tenemos salvación.

martes, 30 de mayo de 2017

DEVOCIONAL DIARIO

“Haré que se acerque mi justicia; no se alejará, y mi salvación no se detendrá. Y pondré salvación en Sion, y mi gloria en Israel.”  Isaías 46:13

Duros de corazón, lejos de la justicia.  Lejos de cumplir fielmente con la ley de Dios, así estábamos.  No somos justos por naturaleza, sino pecadores y transgresores.  Atestados de toda injusticia (Romanos 1:29).  Esa es la naturaleza pecaminosa que heredamos de Adán, el viejo hombre.  Sin embargo, cuán ciegos estábamos porque pensábamos que una hoja de higuera (Gn. 3:7) era suficiente para cubrir nuestra vergüenza delante de Dios.  El hombre orgulloso, piensa que no tiene necesidad de justicia, pero no se da cuenta que es miserable, pobre y desnudo (Ap. 3:17).  Piensa que con sus buenas obras podrá compensar sus pecados, pero está lejos de la justicia, está lejos de cumplir perfectamente con la ley de Dios como Él lo exige.  Para entrar a los cielos exige una justicia perfecta, “nada impuro allí entrará” dice el poeta (Himno 338, “Oh Señor, procuro en vano”). 

Hasta que llega Cristo a la vida del hombre.  El misterio que estaba guardado desde el principio del tiempo, Cristo, la esperanza de Gloria, Él es nuestra justicia (Jer. 23:6, Él es nuestra paz (Ef. 2:14).  “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.” (Ef. 2:12).  Cristo es la justicia del hombre, nadie es justo como Él, necesitamos aceptar su muerte en la cruz y su resurrección de los muertos, para que su justicia perfecta sea puesta a nuestra cuenta, y nuestros pecados a la suya.    

viernes, 26 de mayo de 2017

AFLICCIÓN DEL ALMA POR LA INJUSTICIA

“Ríos de agua descendieron de mis ojos, porque no guardaban tu ley.”  Salmos 119:136
En un sentido, todos los hombres tenemos una relación con Dios, la cuestión es ésta: ¿Cómo es esa relación? ¿Buena o mala? 
El impío tiene una relación con Dios: la relación que tiene un pecador ante un Dios Santo, como la de un delincuente ante un juez justo, sólo espera la condena.  El justo en cambio vive por la gracia de Dios y disfruta de algunas de sus promesas, y está en espera del cumplimiento de la plenitud de ellas. 
Cuando el corazón del hombre es regenerado por el Espíritu Santo (nuevo nacimiento), cambian sus afectos.  Son alteradas sus emociones.  Antes era rebelde a la Palabra de Dios, era infractor de la ley de Dios.  Era esclavo del pecado, pero ahora ama la justicia, quiere fervientemente hacer la voluntad de Dios, y desea con ansias los mandamientos de Dios, porque sabe que son buenos, y se deleita en ellos.  Por lo contrario, cuando la ley de Dios es quebrantada por sí mismo, se lamenta amargamente, y no puede estar indiferente cuando los mandamientos del Señor son traspasados por los hombres.  Así que el Salmista clama así “Ríos de agua descendieron de mis ojos, porque no guardaban tu ley” 
La Escritura nos habla acerca de este mismo sentimiento en Lot (2 Pedro 2:7-9).  El sentimiento de Lot viviendo en Sodoma y Gomorra, era de aflicción diaria al ver y escuchar sobre la conducta de sus conciudadanos. Lot, siendo justo, vivía en una de las ciudades más corruptas de la antigüedad.  Para un cristiano es imposible ser indiferente a lo que pasa a su alrededor, y ya que está dotado de una nueva sensibilidad, reacciona ante la injusticia en cualquiera de sus formas. 
¿De qué manera reacciona el creyente ante la injusticia y la maldad de la sociedad?
Nuestro texto nos muestra una aflicción y dolor profundos, tanto que el salmista dice llorar profusamente.  No son lágrimas forzadas, ni un leve dolor, sino que es un llanto desconsolado, el salmista llega a usar una hipérbole comparando su llanto con ríos.  Esto era provocado por la maldad de los hombres de su tiempo, la falta de fidelidad a Dios y la abierta rebeldía a su Palabra. 
Estamos sin duda viviendo en los tiempos profetizados en Salmos 2:1-3 (aparte del cumplimiento aplicado en el libro de los Hechos cuando Cristo el Señor fue crucificado). La maldad ya no son hechos particulares y casuales, sino que la injusticia ya es sistemática.  No se trata sólo de prácticas malas, sino de todo un sistema maligno que promociona la inmoralidad.  
La mente del hombre natural está sustentada en su naturaleza caída, la herencia de Adán, es una mente corrupta, que no discierne entre lo bueno y lo malo, sino que con facilidad confunde las cosas (Isaías 5:20).  Aun así, son responsables de su decadencia moral. 
Pensando también en este tiempo de tinieblas, Jesús nos enseñó a orar:  “Santificado sea tu Nombre”, “venga tu Reino”, “hágase tu voluntad…”

Porque aún en este tiempo Dios sigue regenerando a los hombres, y aún tiene poder de santificar y apartar para sí mismo a los más corruptos, santificándolos progresivamente y perfeccionándolos hasta el día de su venida, así como hace con nosotros.  Así que el sentimiento más correcto, no es el odio a los pecadores, porque en otro tiempo también fuimos “hijos de ira, lo mismo que los demás” (Efesios 2:3), sino que debemos tener misericordia pero sin dejar de aborrecer sus contaminaciones (Judas 1:23).

DEVOCIONAL DIARIO

26 de mayo de 2017

“Bien has hecho con tu siervo, Oh Jehová, conforme a tu palabra.” Salmos 119:65.

¿Qué está bien para mí?  Bueno, para mí estaría bien tal cosa, me gustaría que pasara esto, me gustaría tener aquello, me gustaría ir allá, sería bueno llegar a ser tal cosa.  ¿Qué es bueno?  Es la pregunta que nos debemos hacer.  Nuestra opinión respecto a lo que es bueno puede ser muy variada, si nos dejamos influenciar por nuestros corazones engañosos y por las vanidades ilusorias de este mundo, las luces de neón, las marcas, la moda, el alto estatus, lo que tiene mi vecino, etc.
Pablo dice que nuestra poca claridad acerca de lo que es bueno afecta nuestra oración, pero tenemos la garantía de que el Espíritu Santo intercede para nosotros, porque “qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Ro. 8:26).  Muchas veces no sabemos lo que realmente nos conviene, y pensamos que algo es bueno cuando realmente no lo es.  Y a la inversa, pensamos que algo es inconveniente, molesto, desagradable, o derechamente malo, cuando realmente ha sido algo beneficioso para nosotros sin habernos dado cuenta. 
Muchas veces no hemos sido agradecidos con Dios por sus bondades y misericordias, porque las hemos juzgado como malas, como el niño que hace muecas al tomar sus remedios que le parecen asquerosos.
Tal vez muchas veces Dios no nos ha concedido exactamente lo que queríamos, lo que pensábamos o anhelábamos, y eso puede producir amargura en el corazón, igual que el remedio malo en la boca.  Debemos combatir esa amargura con la gratitud.  Confesar que, aunque no lo entendamos bien, Dios ha hecho bien con nosotros.  Ha sido tremendamente bueno, no nos ha pagado conforme a nuestros pecados y maldades, sino que ha tenido misericordia.  Su gracia nos ha rodeado, y nos ha dado bendición en vez de maldición.  Que eso no se vea muchas veces en nuestro bolsillo o en nuestra mesa, no nos debe amargar.  Debemos agradecer a Dios por su grande amor, porque Él ha sido bueno, ha apartado su ira de nosotros, y nos ha dado el gozo de su salvación, nos ha dado múltiples bendiciones en Cristo (Efesios 1:3).
“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Timoteo 6:6)

Gracias Señor, porque me has hecho bien. ¡Gracias!  

lunes, 22 de mayo de 2017

DEVOCIONAL DIARIO

“ A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él.” Deuteronomio 4:35

Moisés le habla al pueblo de Israel, amonestándoles contra la idolatría, instándoles a guardar los mandamientos de Dios, advirtiéndoles las consecuencias de desobedecer los mandamientos, pero también dándoles promesa de parte de Dios, de que Él les salvará cuando clamen en su angustia. 
El pueblo de Dios es testigo del poder de Dios, es testigo de la grandeza de Dios, de lo terrible que es, y también de lo infinitamente grande que es Él, y lo grande que es su amor para con su pueblo.
Nuestros corazones se desvían con facilidad.  Con mucha frecuencia olvidamos lo que hemos visto, lo que hemos oído, lo que hemos experimentado, y las vanidades ilusorias (Salmos 31:6; Jonás 2:8) hacen que nuestra visión de la vida y nuestro camino se distorsione.  Empezamos a ver las cosas como no son, las circunstancias que están alrededor nos hacen olvidar todo lo que ha hecho Dios por y en nosotros.  La ilusión de nuestras propias metas, y lo que nosotros queremos hacer de nuestra vida, se transforman en ídolos y comienzan a esclavizarnos, porque empezamos a vivir en función de esas vanidades ilusorias, de esos sueños, y cambiamos las misericordias de Dios por alcanzar esos sueños.  Pero Dios nos recuerda que Él se manifestó a nosotros, que Él se ha mostrado a nuestras vidas a punta de grandes demostraciones de poder.  ¿No hemos oído hablar a Dios dentro de nuestros corazones?  ¿No nos ha saciado muchas veces cuando desfallecíamos de angustia? ¿Acaso no hizo grandes cosas para sacar nuestras almas del peligro? ¿Y no nos sacó del mundo donde estábamos esclavos, con brazo poderoso?  ¿Acaso hay algún grupo, alguna comunidad, alguna religión que haya experimentado el poder y el amor de Dios como se ha manifestado en medio nuestro?  Basta conversar un poco con las personas que nos rodean, sean ateos o tengan la religión que tengan, y notaremos la ausencia del testimonio que nosotros tenemos.  Notaremos que aunque algunos proclamen a Dios, no han visto ni han oído a Dios en medio de ellos. 
¿Hemos escuchado hablar a Dios por medio de las Escrituras, en medio del fuego, mientras nuestros corazones arden (Lucas 24:32), ¿Hemos visto por la fe a Cristo crucificado, venciendo sobre todos nuestros enemigos, y resucitando con poder para darnos vida nueva? (Col 3:11-15). 
No hay otro Dios fuera del nuestro, no existe dios con tal poder, sólo nuestro Dios.  Digan lo que digan a nuestro alrededor, “estamos en el verdadero” (1 Juan 5:20)

martes, 16 de mayo de 2017

LA INSPIRACION DE LAS ESCRITURAS


“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,” 2 Timoteo 3:16
En primer lugar el hombre de Dios debe estar plenamente seguro respecto a la inspiración de la Palabra de Dios. Decimos que la Biblia o las Escrituras, son inspiradas, o sea, sopladas por Dios, por medio del Espíritu Santo en los hombres que las escribieron (2 Pedro 1:21)
Creemos en la inspiración verbal y plenaria de las Escrituras.
Esto significa que cada palabra que se encuentra en la Biblia nos ha sido dada por Dios (VERBAL).  PLENARIA significa que todos los libros de la Escritura (66 libros en total) son inspirados por Dios.  No hay ninguno que tenga menor autoridad o que se necesite menos que los otros.  Eso no significa que todo lo que se menciona en la Biblia sea moralmente correcto, como la mentira de alguien o un asesinato, pero el registro de dichos eventos está bajo la dirección de Dios y es preciso.
¿SOLO DEBEMOS CONFIAR EN LA BIBLIA EN ASUNTOS RELIGIOSOS Y/O ESPIRITUALES?  ¡No!  Las Escrituras son inspiradas también en materia de ciencia, historia natural, historia y geografía.  Ej. Is. 40:22; Sal. 104:5-13.
¿Y LA VIDA ACTUAL?  No hay mandamiento y requerimiento en la Biblia que esté fuera de tiempo o condicionado a la cultura (Mateo 5:18-19).
LA ESCRITURA ES UTIL PARA:
Enseñar: Gr. Didaskalia, doctrina, aprendizaje; Redargüir: Gr. Elengkhos, probar, convencer; Corregir: Gr. Epanorthosis, enderezar de nuevo, rectificar; Instruir : Gr. Paideia, educar o entrenar, corrección disciplinaria, castigar, nutrir; En justicia : Gr. Dikaiosune, equidad de carácter o acto.
El objetivo de Dios al revelarnos Su Palabra es que los creyentes seamos perfeccionados y preparados para toda buena obra.    


lunes, 15 de mayo de 2017

DEVOCIONAL DIARIO

“Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo;El que ande en el camino de la perfección, éste me servirá.” Salmos 101:6 


El Espíritu Santo obra en la voluntad de los salvados, a fin de que los corazones de piedra sean cambiados por corazones de carne (Ezequiel 11:19 y 36:26), cambia los deseos que antes eran corruptos, por anhelos de santidad.  El creyente mira con desprecio sus antiguos pecados y con dolor sus actuales pecados, y anhela ser conformado a la imagen de Cristo.  Dios hace algo tan grande en el corazón del pecador que hace que desee a Dios más que a nada, y mientras por el impulso del mismo Espíritu, el hombre busca incesantemente de Dios, el Señor le provee las armas, y las fuerzas para santificarse.  Una de estas cosas que nos provee Dios es la firme determinación que tenía David de buscar la santidad.  Apartarse de los pecadores (en el sentido de no ser como ellos), y buscar la perfección con afán.  Hay algo interesante en este versículo, y es que nos provee una aplicación práctica de cómo buscar la santidad, y eso es mirar el ejemplo de los piadosos e imitarlo.  En Hebreos 13:7 dice: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.”Mira la conducta de los justos y cree lo que ellos creen, porque eso te llevará a la piedad y la santidad.  Rodéate de hombres y mujeres que busquen a Dios de todo corazón, porque “el que anda con sabios, sabio será, mas el que se junta con necios será quebrantado” (Proverbios 13:20).  Selecciona tus amistades y tus conversaciones, para que te sirvas de sus devociones y te empapes de la intensidad de su amor por Dios.

miércoles, 10 de mayo de 2017

DEVOCIONAL DIARIO

"Envió su palabra, y los sanó,Y los libró de su ruina."  Salmos 107:20


¡Cuánta necedad ha habido en nuestras vidas! El recuerdo de nuestros errores muchas veces nos abruma, y viene a ser una carga insoportable.  ¡Cuánto no hemos pecado contra nuestro Dios!  Muchas veces fuimos desobedientes a su Palabra y llevamos las consecuencias  (algunas nos persiguen hasta el día de hoy y permanecen como cicatrices en nosotros).  Tal vez nuestros pies se deslizaron hasta las puertas de la misma muerte eterna.  Pero ha sido tan grande la gracia de Dios, que nos ha dado salvación sin merecerla.  Que este Dios de amor se inclinó a nosotros, y escuchó nuestros débiles gemidos de dolor, en medio de la angustia, y nos socorrió. 
“Envió su palabra y los sanó”.  Cristo es la Palabra del Padre, el Verbo hecho carne (Juan 1:14).  Fue enviada para nuestra salud completa. La palabra salud en el ámbito teológico tiene las siguientes implicancias: Estado de gracia espiritual; Salvación del alma.  En ese sentido es usada la palabra salud en la Biblia Reina Valera de 1909, la misma que se tradujo salvación en la Reina Valera 1960. 
Cristo, el Verbo, fue enviado por el Padre para tu completa salud, salvación plena. 
“Y los libró de su ruina”.  La palabra ruina puede ser aplicada a lo económico, como también a lo físico, espiritual y moral.  Según la RAE RUINA significa: Caer o destruirse algo; pérdida grande de los bienes de fortuna; Destrozo, perdición, decadencia de una persona o de un grupo de ellas; restos de uno o más edificios arruinados. 
En cuanto a lo más importante de nuestra vida, nuestra alma (Mateo 16:26), el hombre sin Cristo siempre está en un estado de ruina, aunque por la abundancia de los bienes de este mundo el hombre no lo note. 
Pero Dios en su misericordia envió su palabra, Cristo, y nos sanó, y nos libró de grande ruina. 
¡Gracias a Dios por su don inefable! (2 Corintios 9:15)



DEVOCIONAL DIARIO

“No es así mi casa para con Dios; Sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo, Ordenado en todas las cosas, y será guardado, Aunque todavía no haga él florecer Toda mi salvación y mi deseo.”  2 Samuel 23:5

Este texto está incluido en las últimas palabras de David (2 Samuel 23:1).  David admite su falta de justicia y rectitud.  Él no mira el reinado que le precedió, ni cómo fue la vida de Saúl.  Menos se compara con los reyes de las naciones vecinas.  Él compara la vida y la conducta de su casa (su familia), con la bondad y la fidelidad de Dios, y dice: “no es así mi casa para con Dios”.  Mi familia no ha sido un sol de justicia, no ha sido como lluvia en tiempo bueno que hace fructificar la tierra.  Pero aún ha sido Dios ha hecho pacto conmigo, a pesar de mis muchos pecados y de que “varios años he luchado por ser bueno, y no puedo ni he podido ser mejor” (Himno 326) .David confía en la fidelidad de Dios, y sustenta su esperanza en que Dios no falla.  Él sabe que Dios guardará su pacto porque Él no puede negarse a sí mismo.  Aun cuando muchas veces no veamos la obra completa de Dios en nosotros, aun cuando muchas veces nos vemos lejos de lo que tenemos que ser, porque no vemos que haya florecido aun toda nuestra salvación, y no podamos ser como quisiéramos para Dios. Esto no deja tranquilo al cristiano, sino que produce en él un intenso deseo por buscar más de Dios y que Dios siga haciendo su obra en su vida.  La tristeza que nos inunda por causa de una vida tibia, de poca entrega, de muchos pecados aún, de un carácter no formado, nos conducirá a Cristo.  Pero al mismo tiempo, el creyente descansa y confía en el Señor, no en sus propias fuerzas.Dios es nuestra salvación, por tanto no temeremos. Dios siga haciendo su obra en nosotros, busquémosle con afán.

viernes, 5 de mayo de 2017

DEVOCIONAL DIARIO

"He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová." Amós 8:11

El profeta Amós pregonó al pueblo lo que vendría: días de angustia sobre la tierra, juicios divinos, oscuridad a mediodía, lloro y lamento como por hijo único.  Tenemos un mal terrible que es no apreciar las bendiciones de dios mientras las tenemos a disposición.  Por eso clama también Isaías: "Buscad a Jehová mientras pueda ser hallado, llamadle en tanto qeu está cercano" (Isaías 55:6).  Pero nuestros obstinados corazones no escuchan.  Piensa el hombre que tiene mucho tiempo para buscar a Dios, para arrepentirse, para santificarse, para hacer la obra de Dios, e ignora la fragilidad de su propio cuerpo como la fragilidad de todas las cosas que lo rodean.  
Habrá sed y hambre de la Palabra de Dios.  Hoy se han multiplicado los mensajeros, pero la Palabra buena es escasa.  "Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus concupiscencias" (2 Timoteo 4:3).
No busques lo que te agrada, lo que tu corazón engañoso desea, sino busca la Palabra de Dios hoy. 

Cuando Jesús, el Verbo encarnado, estuvo en la tierra en medio de los hombres, haciendo bienes a todos, prodigios y milagros, no lo apreciaron, sino que lo despreciaron con fuerzas.  Poco antes de que Cristo muriera en la cruz, al mediodía (a la hora sexta, Mateo 27:45), el cielo se oscureció.  Cuando no hay Palabra de Dios, lo que tenemos es tinieblas.  La Palabra de Dios en persona (Jesús) había estado en el templo, en sus plazas, en sus calles, en el lago de Genesaret, en el Jordán, en sus lugares más destacados, y no la oyeron.  El Señor nos advierte que si rechazamos hoy el consejo de su palabra vendrá el día que la buscaremos y no la encontraremos.

DEVOCIONAL DIARIO

"Allí establece a los hambrientos, y fundan ciudad en donde vivir." Salmos 107:36

Dios es, sin duda, el soberano de la Tierra.  Claramente las Escrituras nos muestran a un Dios Todopoderoso, que cumple su propósito en los hombres, que envía su palabra y ésta cumple la función para la cual fue enviada.  Sus obras son perfectas, y sus planes infalibles.  Este es el Dios que es capaz de hacer de un valle fértil un desierto, y al mismo tiempo, convertir un sequedan en una tierra maravillosamente fructífera.
El Señor prepara lugar para los suyos.  En su tiempo los llama, pone la fe en ellos para que puedan acudir a su llamado y se levanten de los muertos.  Él llama a los afligidos, a los endeudados, y a los que están en amargura de espíritu (1 de Samuel 22:2), les levanta y les da seguridad (JOb 5:11), y les da una heredad (Salmos 16:6), y los establece en ella (1 Pedro 5:10).  
A los que no tenían nada de que sentirse orgullosos, les ha dado una cruz (Gálatas 6:14), y les ha dado una ciudad habitable, un lugar donde vivirá para siempre con el Señor. 
Aquí todo es temporal, todo tiene fecha de vencimiento, pero Dios ha preparado para los suyos una morada eterna (HEbreos 13:14)
¡Cuánto gozo hay en los hijos de Dios, aquellos que han sido consolados y saciados!
¡Con razón Jesús los llama "BIENAVENTURADOS"!

miércoles, 3 de mayo de 2017

DEVOCIONAL DIARIO - Sin palabras

"No hay lenguaje, ni palabras,
Ni es oída su voz." Salmos 19:3

Sordo es el hombre de nuestro tiempo, nos movemos como hormigas con la cabeza agachas y solo cambiamos de rumbo cuando chocamos con otro.
¡Cuán difícil se en nuestros días detenernos a ver la gloria de Dios en la creación! ¡Cuánto se han agravado nuestros oídos para no oír, y cuánto se han nublado nuestros ojos para no ver, y nuestra mente para no entender!
El hombre toma las palabras de Tomás y dice: "si no viere... no creeré" (Juan 20:25), pero el Apóstol Pablo dice que "las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa (Romanos 1:20).  Dios se revela y habla a los hombres a través de las Escrituras (Revelación Especial), pero también Dios se muestra a los hombres y les habla a través de la creación (Revelación General).  Si una pequeña tribu aislada en lo profundo de una selva, o en lo más lejano de un polo nunca ha oído las hermosas palabras de vida del Evangelio, aún así no podrían negar que hay un Dios.  Hay demasiada evidencia de que Dios existe.
El rumor de las aguas de un torrente, el brillo del sol, la belleza caprichosa de las nubes, los colores en el cielo al atardecer, todo nos habla de Dios.  No hay palabras, ni es oída su voz, pero la creación exalta al Creador, lo alaba y nos muestra su gloria.
Si el hombre natural no puede oír las palabras de Dios (Juan 8:47), ni tampoco es capaz de oír la voz de la creación, no seamos nosotros sordos.  
A nosotros se nos ha revelado por el Evangelio, y ahora podemos ver más claramente.  Ahora Dios ha abierto nuestros oídos y nuestros ojos.
Ahora que podemos oír y que podemos ver, apreciemos la belleza de la vida y glorifiquemos a Dios por su misericordia. Reconozcamos a Dios en todos nuestros caminos (Proverbios 3:6).

martes, 2 de mayo de 2017

DEVOCIONAL DIARIO

"Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?" Lucas 23:40

Dos ladrones acompañan a Jesús en sus últimas horas, y cuán dramáticamente nos muestra este cuadro la historia de la salvación.  la vida y la muerte están en ese cuadro.  La salvación y la condenación juntas al mismo tiempo.  Jesús está cumpliendo una misión, pero estos ladrones están a las puertas de la eternidad.  Por gracia, a uno de ellos le fueron abiertos os ojos para ver al Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen (1 Timoteo 4:10).  Sin embargo, el otro ladrón se había endurecido a tal grado, que estando ante las puertas de la eternidad permanecía incrédulo.  Es cierto que en forma natural nadie se arrepiente solo por estar ante la misma muerte, como es muy poco probable que el temor y el arrepentimiento que algunos muestran cuando sucede un terremoto o alguna otra catástrofe sea permanente y verdadero.
Muchas veces pensamos como el ladrón que reprendió al otro.  ¿Cómo es posible que tal persona no se arrepienta, siendo que Dios lo sanó? ¿Cómo es posible que no se arrepienta siendo que Dios lo ha librado de la muerte tantas veces?  ¿Cómo es posible que no se arrepienta y se rinda ante Dios siendo que está pasando una situación tan difícil o por una enfermedad tan terrible?
Cuando pensamos así estamos poniendo el arrepentimiento y la fe en Cristo en un plano natural, como si no fuera una obra de Dios en el corazón del hombre sino algo que el hombre hace por su propia voluntad.  Olvidamos que el corazón de los hombres está endurecido por el pecado, olvidamos que mientras el Hijo no nos liberte, nadie es verdaderamente libre, sino esclavo del pecado (Juan 8:34, 36).  
Nos queda a nosotros pensar que cada día estamos ante Dios, y que no sabemos el día de nuestra muerte.  No estamos en una cruz como aquellos ladrones, pero estamos expuestos a la muerte, en cualquier momento.  Esto nos debe motivar a amar a Cristo, que nos ha salvado, con todas nuestras fuerzas, a vivir en arrepentimiento delante de Él, porque estamos a las puertas de la eternidad aunque no lo veamos.  
¿Está alguno tan endurecido que sabiendo estas cosas no teme a Dios? ¿Está alguno tan ciego que no puede ver al Salvador a su lado y que con tierno acento le llama al arrepentimiento?  ¿Ni aun en la situación que te encuentras temes tú a Dios?
"A Jehová de los ejércitos, a él santificad; seas él vuestro temor, y él sea vuestro miedo." Isaías 8:13