“ A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él.” Deuteronomio 4:35
Moisés le habla al pueblo de Israel, amonestándoles contra la idolatría, instándoles a guardar los mandamientos de Dios, advirtiéndoles las consecuencias de desobedecer los mandamientos, pero también dándoles promesa de parte de Dios, de que Él les salvará cuando clamen en su angustia.
El pueblo de Dios es testigo del poder de Dios, es testigo de la grandeza de Dios, de lo terrible que es, y también de lo infinitamente grande que es Él, y lo grande que es su amor para con su pueblo.
Nuestros corazones se desvían con facilidad. Con mucha frecuencia olvidamos lo que hemos visto, lo que hemos oído, lo que hemos experimentado, y las vanidades ilusorias (Salmos 31:6; Jonás 2:8) hacen que nuestra visión de la vida y nuestro camino se distorsione. Empezamos a ver las cosas como no son, las circunstancias que están alrededor nos hacen olvidar todo lo que ha hecho Dios por y en nosotros. La ilusión de nuestras propias metas, y lo que nosotros queremos hacer de nuestra vida, se transforman en ídolos y comienzan a esclavizarnos, porque empezamos a vivir en función de esas vanidades ilusorias, de esos sueños, y cambiamos las misericordias de Dios por alcanzar esos sueños. Pero Dios nos recuerda que Él se manifestó a nosotros, que Él se ha mostrado a nuestras vidas a punta de grandes demostraciones de poder. ¿No hemos oído hablar a Dios dentro de nuestros corazones? ¿No nos ha saciado muchas veces cuando desfallecíamos de angustia? ¿Acaso no hizo grandes cosas para sacar nuestras almas del peligro? ¿Y no nos sacó del mundo donde estábamos esclavos, con brazo poderoso? ¿Acaso hay algún grupo, alguna comunidad, alguna religión que haya experimentado el poder y el amor de Dios como se ha manifestado en medio nuestro? Basta conversar un poco con las personas que nos rodean, sean ateos o tengan la religión que tengan, y notaremos la ausencia del testimonio que nosotros tenemos. Notaremos que aunque algunos proclamen a Dios, no han visto ni han oído a Dios en medio de ellos.
¿Hemos escuchado hablar a Dios por medio de las Escrituras, en medio del fuego, mientras nuestros corazones arden (Lucas 24:32), ¿Hemos visto por la fe a Cristo crucificado, venciendo sobre todos nuestros enemigos, y resucitando con poder para darnos vida nueva? (Col 3:11-15).
No hay otro Dios fuera del nuestro, no existe dios con tal poder, sólo nuestro Dios. Digan lo que digan a nuestro alrededor, “estamos en el verdadero” (1 Juan 5:20)
No hay comentarios:
Publicar un comentario