“Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo;El que ande en el camino de la perfección, éste me servirá.” Salmos 101:6
El Espíritu Santo obra en la voluntad de los salvados, a fin de que los corazones de piedra sean cambiados por corazones de carne (Ezequiel 11:19 y 36:26), cambia los deseos que antes eran corruptos, por anhelos de santidad. El creyente mira con desprecio sus antiguos pecados y con dolor sus actuales pecados, y anhela ser conformado a la imagen de Cristo. Dios hace algo tan grande en el corazón del pecador que hace que desee a Dios más que a nada, y mientras por el impulso del mismo Espíritu, el hombre busca incesantemente de Dios, el Señor le provee las armas, y las fuerzas para santificarse. Una de estas cosas que nos provee Dios es la firme determinación que tenía David de buscar la santidad. Apartarse de los pecadores (en el sentido de no ser como ellos), y buscar la perfección con afán. Hay algo interesante en este versículo, y es que nos provee una aplicación práctica de cómo buscar la santidad, y eso es mirar el ejemplo de los piadosos e imitarlo. En Hebreos 13:7 dice: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.”Mira la conducta de los justos y cree lo que ellos creen, porque eso te llevará a la piedad y la santidad. Rodéate de hombres y mujeres que busquen a Dios de todo corazón, porque “el que anda con sabios, sabio será, mas el que se junta con necios será quebrantado” (Proverbios 13:20). Selecciona tus amistades y tus conversaciones, para que te sirvas de sus devociones y te empapes de la intensidad de su amor por Dios.
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