Ni es oída su voz." Salmos 19:3
Sordo es el hombre de nuestro tiempo, nos movemos como hormigas con la cabeza agachas y solo cambiamos de rumbo cuando chocamos con otro.
¡Cuán difícil se en nuestros días detenernos a ver la gloria de Dios en la creación! ¡Cuánto se han agravado nuestros oídos para no oír, y cuánto se han nublado nuestros ojos para no ver, y nuestra mente para no entender!
El hombre toma las palabras de Tomás y dice: "si no viere... no creeré" (Juan 20:25), pero el Apóstol Pablo dice que "las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa (Romanos 1:20). Dios se revela y habla a los hombres a través de las Escrituras (Revelación Especial), pero también Dios se muestra a los hombres y les habla a través de la creación (Revelación General). Si una pequeña tribu aislada en lo profundo de una selva, o en lo más lejano de un polo nunca ha oído las hermosas palabras de vida del Evangelio, aún así no podrían negar que hay un Dios. Hay demasiada evidencia de que Dios existe.
El rumor de las aguas de un torrente, el brillo del sol, la belleza caprichosa de las nubes, los colores en el cielo al atardecer, todo nos habla de Dios. No hay palabras, ni es oída su voz, pero la creación exalta al Creador, lo alaba y nos muestra su gloria.
Si el hombre natural no puede oír las palabras de Dios (Juan 8:47), ni tampoco es capaz de oír la voz de la creación, no seamos nosotros sordos.
A nosotros se nos ha revelado por el Evangelio, y ahora podemos ver más claramente. Ahora Dios ha abierto nuestros oídos y nuestros ojos.
Ahora que podemos oír y que podemos ver, apreciemos la belleza de la vida y glorifiquemos a Dios por su misericordia. Reconozcamos a Dios en todos nuestros caminos (Proverbios 3:6).
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