"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;" 2 Pedro 1:19

viernes, 26 de mayo de 2017

DEVOCIONAL DIARIO

26 de mayo de 2017

“Bien has hecho con tu siervo, Oh Jehová, conforme a tu palabra.” Salmos 119:65.

¿Qué está bien para mí?  Bueno, para mí estaría bien tal cosa, me gustaría que pasara esto, me gustaría tener aquello, me gustaría ir allá, sería bueno llegar a ser tal cosa.  ¿Qué es bueno?  Es la pregunta que nos debemos hacer.  Nuestra opinión respecto a lo que es bueno puede ser muy variada, si nos dejamos influenciar por nuestros corazones engañosos y por las vanidades ilusorias de este mundo, las luces de neón, las marcas, la moda, el alto estatus, lo que tiene mi vecino, etc.
Pablo dice que nuestra poca claridad acerca de lo que es bueno afecta nuestra oración, pero tenemos la garantía de que el Espíritu Santo intercede para nosotros, porque “qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Ro. 8:26).  Muchas veces no sabemos lo que realmente nos conviene, y pensamos que algo es bueno cuando realmente no lo es.  Y a la inversa, pensamos que algo es inconveniente, molesto, desagradable, o derechamente malo, cuando realmente ha sido algo beneficioso para nosotros sin habernos dado cuenta. 
Muchas veces no hemos sido agradecidos con Dios por sus bondades y misericordias, porque las hemos juzgado como malas, como el niño que hace muecas al tomar sus remedios que le parecen asquerosos.
Tal vez muchas veces Dios no nos ha concedido exactamente lo que queríamos, lo que pensábamos o anhelábamos, y eso puede producir amargura en el corazón, igual que el remedio malo en la boca.  Debemos combatir esa amargura con la gratitud.  Confesar que, aunque no lo entendamos bien, Dios ha hecho bien con nosotros.  Ha sido tremendamente bueno, no nos ha pagado conforme a nuestros pecados y maldades, sino que ha tenido misericordia.  Su gracia nos ha rodeado, y nos ha dado bendición en vez de maldición.  Que eso no se vea muchas veces en nuestro bolsillo o en nuestra mesa, no nos debe amargar.  Debemos agradecer a Dios por su grande amor, porque Él ha sido bueno, ha apartado su ira de nosotros, y nos ha dado el gozo de su salvación, nos ha dado múltiples bendiciones en Cristo (Efesios 1:3).
“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Timoteo 6:6)

Gracias Señor, porque me has hecho bien. ¡Gracias!  

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