"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;" 2 Pedro 1:19

viernes, 26 de mayo de 2017

AFLICCIÓN DEL ALMA POR LA INJUSTICIA

“Ríos de agua descendieron de mis ojos, porque no guardaban tu ley.”  Salmos 119:136
En un sentido, todos los hombres tenemos una relación con Dios, la cuestión es ésta: ¿Cómo es esa relación? ¿Buena o mala? 
El impío tiene una relación con Dios: la relación que tiene un pecador ante un Dios Santo, como la de un delincuente ante un juez justo, sólo espera la condena.  El justo en cambio vive por la gracia de Dios y disfruta de algunas de sus promesas, y está en espera del cumplimiento de la plenitud de ellas. 
Cuando el corazón del hombre es regenerado por el Espíritu Santo (nuevo nacimiento), cambian sus afectos.  Son alteradas sus emociones.  Antes era rebelde a la Palabra de Dios, era infractor de la ley de Dios.  Era esclavo del pecado, pero ahora ama la justicia, quiere fervientemente hacer la voluntad de Dios, y desea con ansias los mandamientos de Dios, porque sabe que son buenos, y se deleita en ellos.  Por lo contrario, cuando la ley de Dios es quebrantada por sí mismo, se lamenta amargamente, y no puede estar indiferente cuando los mandamientos del Señor son traspasados por los hombres.  Así que el Salmista clama así “Ríos de agua descendieron de mis ojos, porque no guardaban tu ley” 
La Escritura nos habla acerca de este mismo sentimiento en Lot (2 Pedro 2:7-9).  El sentimiento de Lot viviendo en Sodoma y Gomorra, era de aflicción diaria al ver y escuchar sobre la conducta de sus conciudadanos. Lot, siendo justo, vivía en una de las ciudades más corruptas de la antigüedad.  Para un cristiano es imposible ser indiferente a lo que pasa a su alrededor, y ya que está dotado de una nueva sensibilidad, reacciona ante la injusticia en cualquiera de sus formas. 
¿De qué manera reacciona el creyente ante la injusticia y la maldad de la sociedad?
Nuestro texto nos muestra una aflicción y dolor profundos, tanto que el salmista dice llorar profusamente.  No son lágrimas forzadas, ni un leve dolor, sino que es un llanto desconsolado, el salmista llega a usar una hipérbole comparando su llanto con ríos.  Esto era provocado por la maldad de los hombres de su tiempo, la falta de fidelidad a Dios y la abierta rebeldía a su Palabra. 
Estamos sin duda viviendo en los tiempos profetizados en Salmos 2:1-3 (aparte del cumplimiento aplicado en el libro de los Hechos cuando Cristo el Señor fue crucificado). La maldad ya no son hechos particulares y casuales, sino que la injusticia ya es sistemática.  No se trata sólo de prácticas malas, sino de todo un sistema maligno que promociona la inmoralidad.  
La mente del hombre natural está sustentada en su naturaleza caída, la herencia de Adán, es una mente corrupta, que no discierne entre lo bueno y lo malo, sino que con facilidad confunde las cosas (Isaías 5:20).  Aun así, son responsables de su decadencia moral. 
Pensando también en este tiempo de tinieblas, Jesús nos enseñó a orar:  “Santificado sea tu Nombre”, “venga tu Reino”, “hágase tu voluntad…”

Porque aún en este tiempo Dios sigue regenerando a los hombres, y aún tiene poder de santificar y apartar para sí mismo a los más corruptos, santificándolos progresivamente y perfeccionándolos hasta el día de su venida, así como hace con nosotros.  Así que el sentimiento más correcto, no es el odio a los pecadores, porque en otro tiempo también fuimos “hijos de ira, lo mismo que los demás” (Efesios 2:3), sino que debemos tener misericordia pero sin dejar de aborrecer sus contaminaciones (Judas 1:23).

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