"¿O
quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado?" Romanos 11:35
En toda transacción humana, uno da y el
otro le retribuye. uno vende y el otro compra, uno hace y el otro
premia. Los intercambios de una cosa por otra no admiten que uno de los
dos no cumpla con su parte.
Pero en cuanto a Dios, ¿alguno de
nosotros se atrevería a decir que le ha dado a Dios algo que le haya hecho merecedor
de la salvación y la vida eterna? ¿Algún don preciado hemos traído en
nuestras manos del cual Dios haya tenido tal necesidad que se vio obligado a
recompensarnos por haberle hecho el favor de dárselo?
Fue así como nos encontró Dios:
"Y yo pasé junto a ti, y te vi
sucia en tus sangres, y cuando estabas en tus sangres te dije: ¡Vive! Sí,
te dije, cuando estabas en tus sangres: ¡Vive!" Ezequiel 16:6
Mientras que nosotros esperamos una
motivación para dar, mientras que buscamos condiciones para amar, Dios nos amó
de pura gracia (Oseas 14:4). ¿Qué ganaría Él con nuestro amor? Nada que
no pudiera darse a sí mismo, y de hecho así lo hace. Él se glorifica en
nosotros, por la obra que Él hace, no por nada nuestro.
Sólo nos queda maravillarnos de su amor
tan grande hacia nosotros, sin haber nada con que podamos pagarle ni en lo más
mínimo.
"Porque de su plenitud tomamos
todos, y gracia sobre gracia." Juan 1:16
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