"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;" 2 Pedro 1:19

jueves, 6 de abril de 2017

DEVOCIONAL DIARIO - Bienvenido Cristo, Bienvenida muerte


“Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra;
Porque han visto mis ojos tu salvación,” Lucas 2:29-30
Este pasaje llamado el Salmo de Simeón, nos muestra un cuadro hermoso del encuentro de un alma con Su Salvador.  Probablemente Simeón escuchó desde su niñez sobre La promesa hecha por Dios a Israel (Isaías 9:6) de que vendría un Salvador.  Ahora por fin puede ver el cumplimiento de una promesa especial que le fue hecha por el Señor a él: que sus propios ojos verían al Salvador.
Pero más que un Salvador, Simeón estaba viendo la Salvación misma, la Salvación hecha carne.  Él había tomado la Salvación en sus brazos, y estaba embelesado en esa visión celestial. 
Esta es la experiencia de toda alma salvada por el Señor.  La salvación no es un mero trámite, o un proceso frío, sino la experiencia más impactante que puede tener alguien en la vida. 
Aquellos que han visto la Salvación, que han tenido la Salvación en sus brazos, sienten que no necesitan nada más.  Simeón había recibido la promesa de que no moriría sin ver al Ungido de Dios (a Cristo).  Según se cree, Siméon sería ya un anciano, pero aún cuando hubiera sido un niño, creo que tendría la misma reacción: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz.”  Esta es la reacción de aquellos que ven la Salvación.  Aquella revelación es tan sublime y tan maravillosa, que el hombre salvado no necesita nada más, no quiere nada más, porque ya está totalmente satisfecho.  Está preparado ya para la muerte, o lo que venga, porque sus ojos han visto la Salvación y nada puede superar a eso.  El alma está completa en Cristo, y nada le falta. 
Matthew Henry dijo respecto a estos versículos: “Los que dieron la bienvenida a Cristo, pueden dar la bienvenida a la muerte.”

Mira al Salvador, y no querrás ver nada más.  Prueba la benignidad del Señor, y todo lo demás te parecerá insípido.  Toma la Salvación en tus brazos, y nada caldeará más tu corazón que tener a Cristo en tu regazo.

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