"Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;" 2 Pedro 1:19

jueves, 13 de abril de 2017

DEVOCIONAL DIARIO - La más grande pregunta tiene la más grande respuesta

¿Cómo,  pues,  se justificará el hombre para con Dios?
 ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer?   Job 25:4

Esta es la gran pregunta que se halla en las Escrituras: ¿Cómo puede ser justificado el hombre ante Dios?  Esta pregunta debe hacerse el hombre: Si soy pecador ¿qué puedo hacer? Cuando estamos delante de Dios, toda boca se cierra (Ro. 3:19), no hay argumentos con que nos podamos defender.  Hemos nacido en pecado, y cometemos pecados.  La Ley de Dios nos acusa (Juan 5:45), Satanás nos acusa (Zacarías 3:2), e incluso nuestra propia conciencia nos acusa (Ro. 2:15).
Dios es un juez justo, que no tendrá por inocente al culpable, y aborrece a todos los que hacen iniquidad.
En Dios no se halla falta ni mancha alguna.  Esto hace que nosotros nos veamos en un pozo todavía más profundo. 
El pecador está condenado, sin esperanza alguna, no tiene salida, debe pagar por su pecado.
Cuando estamos justamente con el agua hasta el cuello, aparece nuestra única defensa posible: El Evangelio de la Gracia de Dios, el cual anuncia a aquel que se arrepiente, que Jesús ha pagado por nuestra maldad, que Él ha recibido el castigo que nos tocaba, que Cristo fue a la cruz en nuestro reemplazo, que Él tomó nuestro lugar.  Él es nuestra justificación.
Siendo pecadores condenados, Dios nos declara inocentes.  Jesús se hizo pecado para que nosotros fuéramos justificados.  El bendito se hizo maldito para que nosotros fuéramos benditos.

“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios,…” (1 Pe 3:18).

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