"Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias." Filipenses 4:6
La palabra afán significa "deseo intenso que mueve a hacer una cosa; empeño o interés que se pone en una cosa". Sin embargo la palabra que se tradujo afanosos, es el vocablo griego "merimnao", que significa "estar ansioso acerca de algo". La ansiedad se define como "estado mental que se caracteriza por una gran inquietud, una intensa excitación y una extrema inseguridad"; también es "angustia que acompaña a algunas enfermedades, en especial a ciertas neurosis".
Vemos que esta clase de afán a la que se refiere nuestro texto el día de hoy, es algo enfermizo. El Apóstol nos previene de esta clase de afán, que no es igual a la diligencia que debemos tener como hijos de Dios. La ansiedad o afán es algo que no nos deja vivir, y que aparece como una reacción nuestra ante una situación difícil o ante un peligro inminente, o ante algo que debemos hacer. Cuando vemos que aparece la adversidad, el problema a resolver, o la tarea a realizar, tenemos dos opciones: Confiar en Dios, o ser consumidos por la ansiedad.
Confiar en Dios no significa no hacer nada, sino qeu significa que buscaremos su dirección y su poder para hacer frente a la situación. Para esto es importante que oremos, que roguemos, y también que demos gracias a Dios, que no seamos quejumbrosos por la situación que estamos viviendo o por lo que pensamos que se nos viene encima.
Por lo contrario, quien se afana se desespera, pierde la paz, el gozo del Señor, la esperanza se ve negra, vive en amargura y no ve a Dios en sus circunstancias.
Tenemos grandes tareas delante de nosotros, no es tiempo de dormir, no es tiempo de bajar los brazos ni tenderse en el camino, pero de nada servirá que te quedes en un rincón, sin poder dormir, tirándote el pelo, pensando día y noche pero sin hacer nada.
Confía en Dios, prepárate, ora, busca la Palabra de Dios, y luego actúa.
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