"Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró." Mateo 13:44-46
Hay cosas que para algunas personas son muy atractivas y valiosas, sin embargo para otras personas, esas mismas cosas no les despiertan ningún interés.
El valor de las cosas generalmente es subjetivo, depende de lo que cada quien tenga en su corazón ("donde esté vuestro tesoro, ahí estará también vuestro corazón").
El oro, por ejemplo, no tiene ningún valor intrínseco. Una moneda sólo tiene valor porque nosotros, como sociedad, decidimos y confiamos que lo tiene.
Se dice que en el año 1973, mientra que Richard Nixon era Presidente de Estados Unidos, se decidió cortar toda relación entre el oro y el dolar americano, ya que no había suficiente oro en estados Unidos para respaldar la cantidad de dólares que se habían impreso. De ahí en adelante, todas las principales monedas son fiduciarias, esto significa que la ley es la que obliga a aceptarlas como pago, no porque estén hechas de algún material precioso, sino solo por una promesa.
¿Qué tiene valor para ti? ¿Qué es lo que consideras más precioso?
El llamado de Dios se dirige a la voluntad del hombre, sin embargo, la voluntad del hombre en su estado natural (sin el nuevo nacimiento) está atrofiada por el pecado, y no desea a Dios ("Y no queréis venir a mi, para que tengáis vida, Juan 5:40).
Ninguna persona desea a Dios naturalmente (No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios Romanos 3:11). La naturaleza pecaminosa del hombre mantiene su corazón inclinado hacia lo malo. No desea a Dios, sino que desea lo malo. No es totalmente libre, porque está inclinado al mal, a causa de su naturaleza pecaminosa.
Pero cuando Dios se revela al hombre en toda su gloria, lo que antes no le interesaba ahora cautiva su corazón. La tosca y tenebrosa cruz ahora es preciosa, las palabras que antes eran desagradables ahora son el Evangelio de Gracia y salvación.
"Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso;..." (1 Pedro 2:7).
La hermosura de Cristo que ahora podemos ver, hace que todo lo demás se vea opaco y pierda su valor, por lo tanto, estamos dispuestos a abandonarlo todo con tal de ganar a Cristo.